jueves, 21 de abril de 2022

 Había una vez, una calandria que deleitaba con su dulce canto. Solía posarse en la rama de un viejo ciruelo escondido en un rincón del jardín de un pequeño travieso.

La calandria, de bello plumaje en tonos pardos, se deleitaba viendo jugar entre los arbustos al niño de cabellos tan dorados como los mismos rayos del sol. Lo perseguía con la mirada y acompañaba sus correrías con su incomparable trino. La subyugaba sus ojos verdes que se parecían a las uvas que tanto le gustaban y que robaba de una granja vecina cuando el ovejero bajaba la guardia. ¡Cuánto detestaba a ese perro! Una vez alcanzó a morderla , de forma leve porque pudo alzar vuelo justo a tiempo gracias a la advertencia de su amigo el colibrí que también revoloteaba sobre los jugosos racimos.

Cada mañana el niño abría sus ojitos con el canto de la calandria. Cuando su madre aparecía en la puerta de su dormitorio con una taza de chocolate humeante, hacía rato que estaba despierto.

"Esta tarde voy a buscarla", decidió en el recreo, "deseo saber cómo es ese pájaro que canta tan bonito y quizá pueda atraparlo".

Al regresar de la escuela almorzó con rapidez , se encerró en su habitación y comenzó a urdir un plan para llevar a cabo su misión.

"No creo que sea tan fácil capturarlo", pensó preocupado. "¿Cómo lo haré?"

Entonces encendió su computadora y comenzó a buscar información. "Puede que sea una calandria. Aquí dice que está asociada con el amor por su alegría y su pasión por la música. Al tener un plumaje que se confunde entre el follaje de los árboles va a entorpecer mi búsqueda. No importa, la encontraré y será mía. Creo que se posa en las ramas del viejo ciruelo. Estoy ansioso por atraparla y así poder gozar de su canto en el momento que me plazca", pensó con determinación sin terminar de leer.

Se levantó de la silla que cayó estruendosamente por el apuro. No hizo caso al grito de su madre que lo amenazaba con castigarlo si no hacía su tarea. Estaba harto de su madre y de esa maestra rezongona que no hacían otra cosa que ahogarlo con retos y obligaciones que no estaba dispuesto a cumplir.

"Sólo deseo a mi calandria. Sólo ella me hace feliz". Recordó entonces la leyenda que hacía un instante había leido. La Kereminka, la calandria, era una mujer hermosa y provocativa que todos los hombres deseaban y ella despreciaba con crueldad. Muchos llegaron a suicidarse por su amor no correspondido y el vientoncordillerano llevaba hasta ella las voces de las almas en pena que reclamaban su presencia. Un hombre se empeñó en ser amado. Al principio pareció lograr su cometido, pero al poco tiempo ella lo abandonó. El hombre, despechado, invocó a los poderes mágicos y la mujer se transformó en un pájaro con una bella voz. 

El muchacho sonrió ladeando la boca como solía hacer cuando una idea comenzaba a echar raíz en sus pensamientos. Él sería el dueño de la calandria, su único dueño.

Esa tarde,  mientras su madre tendía ropa en la azotea, se armó con una gomera. No era su intención herirla, sólo provocar un desmayo para poder capturarla. Esperó y esperó hasta que antes que el sol se ocultara escuchó el trino que lo subyugaba. Aguzó el oído que como una brújula lo llevó hasta el viejo ciruelo. Y allí, oculta entre las ramas. la descubrió. Ella no se asustó al verlo tan cerca, no se ocultó sino que continuó con su gorjeo feliz de que la descubriera. Ella no conocía la intención del niño, si lo hubiera sabido...

El niño apuntó y una pequeña piedra, con la rapidez de una flecha, golpeó con fuerza en su pecho. 

"¿Por qué lo has hecho?", pensó la calandria. "Pensé que eras mi amigo. Que tonta fui".

Unas manos manchadas de chocolate la acunaron por un instante hasta que de repente se vio prisionera en una jaula de madera. Chocó contra los barrotes queriendo escapar...imposible.

Esa misma noche, la calandria entonó su último gorjeo, triste y lastimero. A la mañana siguiente cuando el niño corrió a visitar a su prisionera la encontró muerta. Lo que él no alcanzó a leer debido a su apuro por atraparla fue que una calandria no tolera el encierro. Ella fue creada para volar en libertad, la prisión es su muerte.

Y fue así como el viejo ciruelo perdió a su más preciada huésped, la calandria de bello trino enamorada de un niño que se convirtió en su verdugo.