miércoles, 27 de enero de 2016

APARIENCIAS ENGAÑOSAS

Las sombras de la noche, como un manto de terciopelo oscuro, cubrían el bosque durmiente.
Por un sendero serpenteante, a paso lento y temeroso, avanzaba una joven embozada en una capa roja.
El frío y el miedo la hacían tiritar. Aunque la solidaria luna le indicaba la dirección correcta que debía tomar; ella, perpleja y confundida, una y mil veces tomaba la ruta errada.
Frustrada, se desplomó sobre una roca.
El bosque la seducía y amedrentaba; la excitaba y paralizaba.
El viento y su música nocturna, la invitaron a una danza mágica que le robó el aliento.
De pronto, un ruido apenas perceptible, la alertó. Alguien se acercaba.
_ ¿Qué haces aquí sola y a estas altas horas? _ un hombre corpulento la sorprendió con su inesperada aparición.
_ Simplemente me extravié _ respondió con desconfianza.
_ Me dirijo a mi cabaña, no está lejos. Si lo deseas puedes pasar la noche allí. No temas, soy el guardián de estos bosques. Te acompaño y luego continúo con mi ronda de vigilancia. Pasamos por tiempo violentos, ¿sabes?.
Con una sonrisa tímida transigió ante el amable ofrecimiento.
Al llegar, el hombre le preparó un té. Ella aceptó agradecida.
_ Es peligroso que una jovencita hermosa transite por estos bosques sin protección. En el pueblo cuentan sobre la existencia de una criatura feroz, un lobo, quizás _ le guiñó un ojo con astucia _ Se alimenta de las entrañas de aquellos desprevenidos, que desorientados se extravían en la espesura del bosque.
La mirada lasciva del hombre la perforó. Un sudor frío atenazó su frágil cuerpo.
_ Si tienes miedo puedo quedarme..._ la libido del hombre crecía en la misma medida que lo hacía  la repulsa de la joven.
Cuando intentó someterla, un ser aterrador saltó sobre él. Con ferocidad le clavó sus afilados colmillos en el cuello. Murió desangrado.
_ ¡Muere maldito pedófilo!Acabaré con todos ustedes, sucios depravados _ murmuró la bestia al tiempo que se relamía para limpiarse la sangre corrupta de su pelaje lustroso.
La niña, espantada, pensó, "¿Será, ahora, mi turno?".
El lobo se le acercó con movimientos acompasados. Se detuvo frente a ella. Grave y autoritario, profirió: "¡Acaso no te advertí que no hablaras con extraños, pequeña desobediente!"
"¡Santo Cielo!, pero si es la voz de mi madre..."

domingo, 24 de enero de 2016

EL ENGAÑO

Samael, Angel de la Fuerza y uno de los regentes del mundo, al rebelarse contra el Todopoderoso fue expulsado de su hogar, el Quinto Cielo.
Desde entonces su hogar es el Hades, la morada de los muertos, desde donde domina el tiempo y el espacio.
Es su costumbre pasear en las ciudades tomando la apariencia humana para pasar inadvertido. En uno de esos paseos quedó prendado de la belleza de una joven, que debajo de una pérgola en la que se encaramaban buganvillas y glicinas, entonaba una  tierna canción de cuna a su pequeño remolón. Tanta dulzura lo cautivó.
Averiguó, entonces, entre los lugareños quien era aquella muchacha de mirada turquesa que se había apropiado de su duro corazón.
"Ysabel es viuda, vive junto a su madre y a su hijito. Luego de la muerte de su esposo, juró no volver a amar a otro hombre. Su hijo es su tesoro y la razón de su vida", le confió la dueña de la posada en la que entró por una copa de hidromiel.
Samael, decidió presentarse ante ella como un gallardo terrateniente. Ella lo recibió con sencillez y cortesía, sin comprender la razón de tan importante visita.
"He recorrido el mundo buscando un alma pura que sea merecedora de mi amor. Nunca sospeché que en este pueblito perdido de la mano de Dios la hallaría. Concédeme el honor de ser mi esposa y te rodearé de riquezas", le rogó arrodillándose frente a ella.
Ysabel estaba desconcertada, ¿quién era ese desconocido proponiéndole matrimonio? "Sin duda está loco", pensó divertida.
Tratando de no humillar al atrevido caballero, lo rechazó con delicadeza, ignorando que encendía la llama de la venganza en el Señor del Hades.
Samael no insistió, su enorme orgullo se lo impedía. "Llegará el día en que suplicarás mi ayuda" _ murmuró para sí _ "y en ese momento serás mía".
No tardó en urdir un plan malévolo. Hirió de muerte al bien más preciado de Ysabel, su hijo.
"El pequeño está desahuciado. He probado en él  todas mis hierbas y ninguna pudo combatir la fiebre que lo aqueja. Lo siento Ysabel", argumentó vencido el viejo médico.
La madre y la abuela no se apartaban del niño. Con vehemencia imploraban un milagro.
Una noche en que la anciana le insistía a su hija que bebiera un tazón de caldo, las alarmó el escuchar una serie de golpes en la puerta.
"Soy un peregrino sediento, ¿podríais ofrecerme agua fresca?".
Con sigilo, la anciana abrió la puerta y le alcanzó lo que pedía.
"Gracias buena señora. Si en algo puedo ayudaros, veo que hay lágrimas en vuestra mirada", se preocupó.
"Mi nieto está muriendo", se lamentó.
"Si me permitís, yo puedo ayudar"
Al ver que la anciana dudaba, porfió. "Poseo un poderoso elixir".
Ysabel asomó su rostro por la puerta. La esperanza estaba reflejada en sus facciones.
"Ha mordido el anzuelo", se regocijó el peregrino.
"Pasad, os lo suplico. Si está en vuestro poder que mi hijo se recupere, por favor, hacedlo", imploró la joven.
"Es imprescindible que conversemos a solas", dijo de manera taimada mirando de reojo a la anciana.
"Pasemos, entonces, a la habitación de mi niño".
"El elixir que poseo es en realidad para ti. Debes tomarlo para llegar al lugar que esconde la cura de tu hijo", le resultaba difícil ocultar la dicha de su triunfo.
"No entiendo", se desconsoló Ysabel.
"Al beber este brebaje preparado con las lágrimas de los ángeles caerás en un sueño profundo. No morirás, pero tu alma abandonará tu cuerpo mortal y viajará hasta los dominios del "dios ciego", Samael".
"El Hades...", suspiró temerosa.
"Efectivamente. Despertarás a orillas del río del Olvido; allí encontrarás una barca con la que cruzarás hasta la margen opuesta. Al desembarcar, ve con precaución porque en esa zona vagan las almas atormentadas por la cruel traición. Caminarás hasta detenerte en una encrucijada, de la que parten tres caminos, toma el de la izquierda. Te llevará hasta la parte más profunda y sombría del Hades, el Tártaro. Busca una mazmorra. Entra, y allí, sobre un trono de oro, encontrarás un cuerno de unicornio. Tómalo y huye con él. Cuando regreses lo trituraremos y el polvo obtenido, lo disolveremos en jugo de ciruelas. Al ingerirlo, tu hijo sanará. Debes apresurarte, porque el efecto de las lágrimas de ángeles dura hasta el amanecer. Si no regresas a tiempo a tu cuerpo, morirás. ¿Estás dispuesta a correr semejante riesgo?", preguntó ansioso.
"Por la vida de mi hijo, sí"
"Bebe, pues", exclamó eufórico.
Halló el lugar indicado sin contratiempos, a pesar de la densa neblina que por momentos entorpecía su marcha.
Al tomar entre sus manos el cuerno mágico, experimentó un escozor que la perturbó. A su espalda, una carcajada siniestra la paralizó. Al volverse, una presencia oscura le infundió terror. Una serpiente alada con rostro de león la observaba con codicia.
"Has caído en la trampa. Eres mía por siempre, no permitiré que retornes al país de los vivos".
"¿Quién eres?", tanta era su zozobra que no hacía más que apretar el cuerno del unicornio contra su pecho.
"Soy el rico terrateniente, el sabio peregrino...soy Samael, el Angel Rebelde, Señor del Hades, y tú eres mi prisionera. Serás mi consorte, mi amante..."
"Nunca"_ gritó con valor_ "Debo volver con mi hijo. Su vida depende de los poderes de este cuerno".
"La vida de tu hijo me tiene sin cuidado, todo lo hice por ti, por poseerte".
"Prometo entregarme dócilmente a tus deseos si antes curas a mi hijo", rogó agotada.
"Muy bien, vida por vida; alma por alma. Ese es nuestro pacto. Cuando regrese, tu hijo estará sano y tú serás mía".
Samael desapareció dejándola transida de dolor. Sus lamentos no pasaron inadvertidos para el Todopoderoso, quien enterado de la desgracia de la joven, decidió intervenir.
Cuando por la mañana, la abuela fue a despertar a Ysabel, se encontró con su nieto rozagante, bebiendo un sabroso jugo de ciruelas. Pero su hija, su querida hija, permaneció sorda a su llamado. Consternada constató que no respiraba.
Samael, de regreso en la mazmorra,  la encontró llorando.
"Ya no sufras, tu hijo vive". Se acercó lentamente a ella, la tomó de la cintura y con sus alas azabache cubrió el sinuoso cuerpo de la joven. Ella no se resistió, cumpliría con lo pactado. El beso fue interrumpido por una voz potente.
"Detente, Samael. Ella no te pertenece, déjala en libertad".
"Sellamos un pacto", se encolerizó.
"Un pacto basado en la traición y el engaño. No lo permitiré"
"Vete, estás en mis dominios"
"Error, soy el Todopoderoso, por lo tanto, amo de la luz y de la oscuridad. Sojuzgo el bien y el mal. Y por mal que te pese, soy tu amo y te ordeno que la liberes".
Samael, enfurecido, se evaporó dejando una estela de rechinar de dientes detrás de él.
"Tu cuerpo mortal yace en una tumba, no podrás recuperarlo. Pero no desesperes, yo tengo la solución para que vuelvas junto a tu hijo y ya nadie podrá separarte de él. Confía.", dijo la Voz.
Una soleada tarde de verano, un pequeño de cabello crespo y mirada turquesa, jugaba entretenido debajo de una pérgola florida. Reía y reía. El muy travieso se pasaba la cola del gato por sus mejillas regordetas, provocándose cosquillas.
De repente un caballo alado trotó con elegancia hasta el niño. El pequeño, sin asustarse, acarició la testuz del pegaso con cariño.
"Te llamaré Ibb" _le dijo complacido _ "¿te gusta?"
El caballo movió afirmativamente la cabeza, agradecido. El niño volvió a reír.
Las risas atrajeron a la abuela que lavaba la ropa en el río que pasaba cerca de la casa.
La anciana se sorprendió. ¿Un pegaso?¿Puede ser posible?
"Se llama Ibb, abuelita. A él parece gustarle ese nombre", le dijo mientras trataba infructuosamente de montar al animal.
"¿Ibb? ¿Cómo se te ha ocurrido? Así llamaba a tu mamá cuando era una niña".








martes, 19 de enero de 2016

CONDENA AL INOCENTE

Llora la niña en un cuarto oscuro, la angustia a flor de piel.
Lágrimas filosas hieren sus mejillas de pétalo. ¡Cuánto dolor prisionero en un cuerpo que apenas florece a la vida!
"No quiero morir, madrecita, por favor, no me mates".
El amargo gemido, el persistente pedido, no logra colarse entre las rugosas paredes del habitáculo.
El triste clamor no llega ni al oído ni al alma de la mujer decidida al cruel sacrificio.
"¡Quiero amar, sufrir... experimentar los diversos matices que ofrece la vida! Soportaré insultos, desprecios, burlas, pero no te deshagas de mí, madrecita!".
La pequeña desea huir, pero el encierro se lo impide. Grita clemencia, nadie la auxilia, nadie intercede por ella. Está condenada. Una condena sacrílega sostenida por el miedo, la desolación y el abandono.
La espada arremete sobre ella. La traspasa, la succiona.
La niña ya no llora, ya no clama piedad.
La niña ya abandonó el cuarto oscuro. Vuela hacia la luz.
La mujer,  sola y cabizbaja, se marcha del hospital ; sus entrañas, vacías ;  su espíritu, devastado.
El aborto finalizó con su tormento. Sin embargo, herida el alma, abraza su vientre y susurra entre lágrimas :
"¡Perdón!".


viernes, 15 de enero de 2016

CRONICA DE UNA PROSTITUTA

"Hoy son flores deshojadas sin amor, sin hogar
 pasionarias del abismo..."

Buenos Aires 1918
"Soy polaca y mis raíces son judías, un estigma que cargo con dolor. Llegué a este país huyendo de la guerra y de los progromos. Al pisar tierra argentina cumplí trece años.
Me trajeron engañada, con la promesa del progreso y el bienestar. Un paisano, amigo de mi padre, que regresó a Polonia luego de haber amasado una considerable fortuna en América, le prometió contratarme como niñera de su hijita recién nacida. Mis padres aceptaron agradecidos sin sospechar de la ladina trampa a la que me condenaban.
Al subir al barco que me llevaría al Paraíso, comenzó mi pesadilla. Fui sometida a tratos violentos, me violaron y me encerraron en una jaula para doblegar mi resistencia a tan cruel destino. Por un tiempo hasta me negaron la comida.
Cuando llegué al puerto de Buenos Aires, sucia y maloliente, el amigo traidor de mi padre, me condujo hasta un edificio en donde estaban reunidos los hombres más poderosos de la mafia de la trata de blancas, el "Café Parisien". Todo eso lo supe tiempo más tarde.
Allí, como si fuera un animal, me subastaron al mejor postor exhibiéndome desnuda. ¡Cuánta vergüenza! ¡Cuánta ignominia!.
Me compró una mujer hosca y desgarbada, ridículamente maquillada. "Llamame Madame", me ordenó en un idioma incomprensible para mí. Sufrí muchísimo antes de dominarlo.
Me subió a un carro tirado por dos sufridos caballos que nos llevaron por calles de barro hasta un lupanar llamado "El Gato Negro", situado en una zona arrabalera. Estaba construido con chapas acanaladas, montado sobre unos pilotes debido a las frecuentes inundaciones que asolaban el lugar.
La "Madame" me asignó el papel de las bestias : obtener dinero a expensas de mi cuerpo. Debía permitir que decenas de hombres, setenta por día, lo disfrutaran en forma degradante.
Se me considera impúdica y viciosa, un objeto de compra y de venta...A mí, una niña inocente que tuvo la osadía de soñar con una vida mejor. Todas mis ilusiones irremediablemente naufragaron en el mar de la angustia.
Hoy como ayer, trabajo a destajo, desde las cuatro de la mañana a a las cuatro de la tarde, sin descanso. Uno tras otro los clientes van pasando; saborean mi cuerpo, se descargan, gozan y se retiran mirándome apenas. Algunos, unos pocos, me cuentan sus cuitas, pero a mí sinceramente, no me interesan.
Los años pasan, mis carnes ya no son lozanas. ¿Qué será de mi cuando ya no agrade?".

"Me entrego a todos, mas no soy de nadie.
 Para ganarme el pan vendo mi cuerpo
 ¿qué he de vender par guardar intactos
 mi corazón, mis penas y mis sueños?".

CAMINO DE SANGRE Y ...ROSAS, cap 1

"Tu cabeza, tu gesto, tu aire
 Como bello paisaje, son bellos;
 Juguetea en tu cara la risa
 Cual fresco viento en claro cielo".  Charles Boudelaire


Acostumbraba a levantarse tarde, pero esa mañana de julio no lo hizo a pesar del frío y de la molesta lluvia.
De un salto abandonó la cama y corrió envuelta en su poncho rojo hacia el tocador. Su cabello era un desastre. "Bueno, está como todos los días", pensó frustrada. Pasó sus dedos, largos, delicados, por sus rulos dorados tratando de separarlos o de darles una forma discreta. Inútil. Entonces hizo lo que acostumbraba hacer cuando estaba apurada o cuando Tina no podía ayudarla. Recogió su rebelde cabellera en una gruesa trenza que le llegaba hasta su estrecha cintura, y la sujetó con una cinta punzó.
Buscó un vestido sencillo, eran los que mas le gustaban. Para la ocasión eligió uno de muselina limón que resaltaba el color de sus ojos, siempre chispeantes e indagadores. Lo deslizó sobre una enagua de lienzo blanco ribeteada de puntillas anchas.
Hizo una reverencia a la imagen que le devolvía el espejo, y sonrió al verse bonita.
Corrió al tercer patio y entró como una tromba en la cocina.
Tomasa, una negra que servía a la familia desde hacía años, se encontraba en el fogón delante de una gran olla de cobre, revolviendo un chocolate burbujeante y espumoso.
_ ¡Humm!, huele delicioso. Adoro el aroma a chocolate caliente. ¿Está todo listo Tomasita?
_ Primero se dice "Buenos días Tomasa", pero no,la señorita siempre apurada _ rezongó la cocinera.
Lourdes la abrazó y la besó con cariño en la mejilla regordeta.
_ No me retes. Hoy es el cumpleaños de la abuela y la quiero sorprender llevándole el desayuno a la cama.
_ Bueno, bueno, basta de cháchara y llévele la bandeja que le preparé hace un ratito no ma'.
_ A ver, a ver...sí, todo está perfecto. Chocolate bien calentito, pastelitos de membrillo, empanaditas de arrope y un cuenco de higos. Exquisito, gracias Tomasa.
Con paso rápido se encaminó al dormitorio de doña Mercedes.
De un empujón abrió la puerta y cantándole el feliz cumpleaños, apoyó la enorme bandeja en una coqueta cómoda cercana a la inmensa cama con dosel.
Lourdes se abalanzó sobre la abuela llenándola de besos.
_ Señorita...¡me está ahogando! _ riéndose Mercedes intentó desembarazarse del abrazo. Entre carcajadas, la joven se retiró para correr las pesadas cortinas de terciopelo azul. Un cielo plúmbeo las saludó irreverente.
_ Amaneció horrible abuelita. Esta lluvia es un fastidio.
_ Deja de quejarte y siéntate a mi lado. Comparte conmigo este suculento desayuno.
_ ¡Que bien prepara el chocolate Tomasa!, ¿no abuelita? Y estas empanaditas...¡que ricas están!
_ ¡Criatura golosa!
Así, entre besos y risas terminaron de desayunar.
Horas más tarde, en la sala principal, agradablemente caldeada por una estufa inglesa, regalo de Lorenzo, hermano de Mercedes; nieta y abuela compartían el mate.
Lourdes bordaba; a su lado, Mercedes tejía y pensaba, "Que desastre es el bordado de esta niña".
Ajena a la crítica de su abuela, Lourdes intentaba dar puntadas prolijas sobre el diseño de flores que asomaba en el mantelito de lino que sostenía entre sus manos.
"Odia bordar, pero lo hace por mí, para hacerme compañía. ¡Cuánto me recuerda a mi querida Consuelo! Hijita, perdón por no haberte protegido, por abandonarte. Perdón porque el miedo a tu padre fue más fuerte que mi amor por ti".
Lourdes levantó la vista de su labor y pensó que su abuela dormía. "Pobrecita, está muy cansada".
Mercedes no dormía, en ese momento vivía otro tiempo, un tiempo muy lejano...
_ Por favor Alonso, no la trate así. Ella es inocente y ese truhán la engañó.
_ ¡Basta mujer!. Consuelo me traicionó. Nunca pensé que se comportaría como una perdida. Seremos la comidilla de todos nuestros amigos.
_ Pero Alonso, es nuestra hija.
_ Era, para mí está muerta _ dio media vuelta y se encerró en el escritorio.
Sola en la sala, Mercedes buscó una solución para Consuelo. "Ya sé, le rogaré a Carmen, ella seguramente me ayudará".
Con urgencia, envió un recado a su hermana, priora del Convento de las Catalinas. La criada voló con el mensaje hasta la "Manzana del Campanero". Al rato regresó con una respuesta afirmativa.
"Querida hermana, siempre dispuesta a tenderme la mano. ¡Que gran corazón cristiano tienes! Claro que a cambio tendré que realizar una jugosa donación. ¡Maldita arpía!". Estujó con rabia la nota y la arrojó al fuego de la chimenea.
Mi Consuelo, sin protestar, tomó su bolso y se marchó. No la acompañé durante su embarazo, no le tomé la mano en el parto...¡Oh Dios, que mal te hice, que mal!
Alonso, todo hubiera sido diferente si hubieras sido indulgente, comprensivo...si te hubieras dejado ganar por amor antes que por la cólera y los decires cínicos de esta sociedad pacata.
¡Ay Consuelo!, tu padre no soportó la noticia de tu muerte. Tanta furia y dolor acumulado terminaron con él.
El te quería tanto, Consuelo; pero era un hombre duro que no sabía perdonar.
Tu hija es mi luz, el calor que vigoriza este débil cuerpo flagelado por tantos remordimientos".
Mercedes reprimió las lágrimas que pujaban por escapar de sus cansados ojos. ¡Cuántas mentiras para acallar una verdad vergonzosa! Vencida, comenzó a llorar quedamente.
_ Abuelita, ¿que pasa?, ¿tuvo un mal sueño? _ se preocupó.
_ No querida. Son lágrimas de felicidad por tenerte a mi lado.
Un golpe de aldaba interrumpió la conversación.
Tina, la mujer que ayudó a Mercedes en la crianza de Lourdes, la misma que compartió la celda con Consuelo y que la acompañó en los momentos trágicos, recibió a Lorenzo Escalante. Juntos pasaron a la sala.
_ ¡Feliz cumpleaños hermanita! ¿Cómo está mi linda sobrinita?
_ ¿Sobrinita? Mil veces te he dicho que es tu sobrina nieta, mas nieta que sobrina.
_ ¡Ay Mercedes, que complejo tienes con la edad! Es mi sobrina y ¡ya!.
_ No se peleen, por favor. Pasemos al comedor, seguro que Tomasa tiene el almuerzo listo y no tengo ganas de escuchar de soportar sus reclamos en este día especial _ Lourdes intercedió entre los hermanos que tenían por costumbre pelearse por insignificancias.
_ Tiene razón la niña. Vamos Mecha, to te escolto. Hoy eres la reina.
_ Lorenzo era un hombre de mediana edad, aún mantenía todo su cabello, crespo y castaño, aunque con algunas canas en las sienes. Simpático y parlanchín, sin embargo, Lourdes sabía que la conducta frívola de su tío era una máscara.
Mercedes y Lourdes estaban al tanto de las atrocidades cometidas por Rosas gracias a Lorenzo. El les narraba los acontecimientos sin censura, y les exponía su opinión con audacia y pasión.
"Tenemos que ser precavidos, señoras, las paredes escuchan". Era la frase recurrente de Lorenzo antes de iniciar una conversación de actualidad política.
En el comedor, los recibió una larga mesa de caoba cubierta por un bello mantel adornado con guirnaldas de florcitas amarillas y violetas. Los platos de fina loza y los cubiertos de plata, traídos del Alto Perú. Las copas altas de cristal, daban el toque de elegancia a la espectacular mesa.
Una vez acomodados iniciaron una conversación animada hasta llegó la cocinera. Sus manazas sostenían una fuente voluminosa que contenía un sabroso locro. Josefa, detrás de Tomasa, comenzó a servir y los comensales, a deleitarse.
_ Esto está estupendo _ la felicitó Lorenzo.
_ Gracias Tomasa por prepara mi comida preferida.
_ Por favor, doñita Mercedes, que le haga provecho.
Cuando se quedaron solos, con sigilo, tocaron el tema que realmente les interesaba y preocupaba.
_ La situación está cada vez más tirante. Lo que Rosas prometió al asumir su segunda gobernación lo está cumpliendo estrictamente.
_ ¿Que prometió tío? _ Lourdes dejó a un lado su copa de vino y fijó su mirada en Lorenzo.
_Nuestro estimado Gobernador se propuso exterminar a todos los unitarios, "esa raza de monstruos", como él la llama. Juró perseguirlos tenaz y vigorosamente para que el terror y el espanto acobarde a todos los que se le opongan.
_ ¡Dios mío! _ se santiguó Mercedes.
_ Los federales acorralaron a las tropas del General Lavalle. A él le dispararon y dicen que murió desangrado. Sus leales soldados ocultaron el cadáver para que no fuera profanado. Eso no es todo. A Marco de Avellaneda lo apresaron y lo degollaron. Su cabeza está exhibida en la plaza de Tucumán.
_ ¡Cuánta locura desatada! _ gritó Lourdes tapándose los ojos.
_ Silencio niña que alguien puede escucharte.
_ ¿Será posible que ni en nuestra propia casa estemos a salvo de ese demente asesino?
_ Así es Mecha, tiene espías ocultos en todas las casas. Los negros lo adoran y están dispuestos a todo por él.
_ Terminemos con este tema tío Lorenzo. Hoy es un día feliz, no lo empañemos. ¡Josefa!,¡Josefa!. Trae la torta.
Más tarde con las copas en alto imitaron la costumbre inglesa de brindar. Por un momento la cruenta realidad quedó exiliada de la casona de los Aguirrezabala.

jueves, 14 de enero de 2016

DANZANDO EN VENECIA

En las tardes de lluvia, mi abuela, una húngara nacida a finales del siglo diecinueve, solía narrarme historias mágicas que me atrapaban y estremecían a la vez.
Uno de sus tantos regalos enigmáticos, fue un medallón de plata en el que se apreciaba el ojo de Horus. Bellísimo.
"Es un talismán", me dijo seria, "No sólo te protegerá, sino que hará realidad tus sueños. Basta que los desees con todas tus fuerzas". Creí en sus palabras con la inocencia de mis diez años.
El tiempo pasó y una mañana, mientras me mudaba de casa, lo encontré escondido dentro de una cajita musical. Respondiendo a un impulso, me lo colgué al cuello. Imaginación o no, lo cierto es que una corriente tibia recorrió mi cuerpo. Con nuevos bríos terminé con la pesada tarea de trasladarme de un lugar a otro.
Cierta noche, me dormí soñando con Venecia. Siempre había soñado con viajar a esa ciudad fabulosa, inspiración para tantos relatos de Shakespeare. Venecia y sus canales surcados por artísticas góndolas y prácticos traghetti.
A la mañana siguiente, durante el desayuno y a mitad de un delicioso y reconfortante café, recibí un mail de la revista donde trabajo. El jefe de redacción me enviaba a Venecia con motivo de los Carnavales. Debía hacer una nota de color sobre el singular evento.
Quedé impactada y súbitamente acaricié el medallón que continuaba colgando de mi cuello.
"Basta que lo desees con todas tus fuerzas...", la frase de mi abuela repicaba en mi mente y en mi corazón.
Venecia no me desilusionó. Me hospedé en un hotel modesto, aunque la vista era invalorable. La ventana de mi habitación daba a uno de los canales. Asomarme y admirar los vaporettos desplazarse sobre las aguas con un encanto especial que sólo posee Venecia, endulzaba mi alma.
Adoré perderme en las pequeñas calles flanqueadas por casas y tiendas coloridas. Aproveché el recorrido para comprar un antifaz y así no desentonar con la festividad.
El intenso frío no me acobardó. Recorrí la ciudad de cabo a rabo tomando fotos de los mejores disfraces que lucían los lugareños.
Al anochecer, agotada pero satisfecha, hice un último paseo, esta vez, sobre el puente Rialto. Haciendo gala de mi insaciable curiosidad, continué husmeando en los distintos comercios que ofrecían un sinfín de artesanías : bolsas, grabados, encajes, puntillas, pulseras, pendientes...Opté por una máscara con un raro nombre, "Moretta", realizada en terciopelo negro y que según me informaron, la usaban las mujeres junto a un velo del mismo color.
Me impresionó otra máscara que se destacaba en uno de los escaparates.
Representaba la cara de un bufón medieval. La compré también.
Concluídas las compras, me asomé por el puente abriéndome paso entre la multitud de turistas que tenían mi mismo objetivo.
Anhelé retener en mi espíritu la paz que generosamente me regalaba el lugar. Sin pensar, como un acto reflejo, acaricié mi medallón.
Inmediatamente me sentí rodeada por una niebla densa y cargada de humedad; que así como llegó, se disipó.
Una luz brillante sobre las aguas del Gran Canal captó mi atención. Coronados por esa luz, una pareja danzaba al son de una tonada vivaz y alegre, un "saltarello".
Quedé atrapada en esa imagen arcana. Él, un bufón; ella, una princesa medieval.
Sus miradas eran polos opuestos de un mismo imán. Percibí tanto amor en sus ojos, que me conmovió.
Alguien me empujó, volví a la realidad y la visión misteriosa se esfumó.
Jamás había experimentado algo semejante.
"Es esta cuidad que me ha hechizado", pensé anonadada. Me dormí aferrada al talismán. "Protégeme", alcancé a decir antes de caer en un sueño profundo, más real que onírico.
"Me vi en la corte de un castillo del medioevo. El rey y su consorte, ubicados en la cabecera de la mesa principal.
Los comensales murmuran con cinismo.
Un bufón intenta inútilmente despertar risas en los presentes. Nadie le presta atención, sólo la reina. Un velo de lágrimas cubre su semblante.
Entre ellos existe un lazo íntimo y peligroso. Se aman, lo supe al instante.
Los gratos acordes del laúd y de la vihuela anuncian el comienzo del baile.
El bufón, con paso lánguido, se retira del banquete.
El rey, poniendo en ridículo a su mujer, se insinúa descaradamente, al compás de una pavana, a una de sus amantes. Los movimientos lentos y pausados de la danza, propician las caricias y besos furtivos.
La reina, sigilosa, evitando la estricta vigilancia de los guardias, se acerca al bufón que la observa embelesado. El la toma de la mano y huyen al jardín.
Y allí, bajo la luz de la luna, son prisioneros de una pasión temeraria.
Un soldado, al descubrirlos, informa al rey que los hace traer a su presencia.
"¡Infames! ¡Traidores!", grita escandalizado y humillado, "Ambos serán decapitados".
Al pronunciar la terrible condena, una anciana se acerca a  la funesta escena.
"Y tú, ¿quién eres?", pregunta furioso el rey.
"Bien sabes quien soy. La madre de este tonto que condenas a muerte. ¡La pitonisa que ha puesto este reino en tus manos, manos insensatas!, y que hoy, delante de estos hipócritas obsecuentes, marionetas que asienten a tus necios caprichos, te conjuro a vivir desde este momento y hasta tu muerte, en la más absoluta desolación.
Con respecto a ustedes_ dijo señalando con un dedo nudoso y deformado _ como no puedo oponerme a las órdenes ejecutadas por el rey, los conjuro a vivir en la luz del amor. No existirán barreras ni muros para su pasión . Celebraran su amor danzando por los siglos de los siglos, disfrutando cada compás, cada acorde, cada melodía..."
La voz rasposa de la anciana se fue perdiendo en una nebulosa de la que me costaba salir. Cuando finalmente desperté, me invadía una deliciosa sensación de bienestar.
Absorta en mi sueño recordé unos versos que deseé con vehemencia se hicieran carne en mi cuerpo huérfano de pasión.
"Cuando me tocas, me quemas.
 Cuando me besas, gimo de placer.
 Cuando me posees, vuelo a la eternidad".
Me asomé a la ventana, una bocanada de frío calmó mi ardor. A lo lejos, entre dos góndolas, los vi nuevamente. Reían gozando de una danza eterna que inmortaliza su amor.
Los envidié. Repentinamente triste me volví hacia la máscara de bufón que descansaba sobre mi cama.
La rocé con ternura. Comencé a llorar extrañando un amor que nunca tuve. Una de mis lágrimas cayó sobre el rostro sonriente del bufón. En ese preciso momento una voz sensual me susurró:
" No temas, ya lo conocerás".


sábado, 9 de enero de 2016

FIEL GUARDIAN

"Durante siglos fui el cancerbero de este castillo emplazado en un valle rodeado por una impresionante muralla de montañas. Imposible acceder al él, sólo por el aire o por un túnel, cuya existencia sólo conoce el amo de la fortaleza. El depositario de este secreto fielmente guardado, antes de morir lo confía a su primogénito, y así de generación en generación.
Por aquí han pasado prisioneros de guerra, traidores a la corona, espías, homosexuales, adúlteras y hasta una hechizara. Ninguno de ellos salió con vida. Fueron víctimas de horribles suplicios, las peores máquinas de tortura tienen su sitio de privilegio en las lúgubres mazmorras del castillo.
Los prisioneros de guerra se colocan en el potro y como títeres de carne y hueso, mueven sus extremidades al compás de la manivela. Al girar, las cuerdas se tensan hasta dislocar articulaciones y romper huesos.
Los espías y traidores son condenados a la rueda. En ella los maniatan, y debajo se enciende una fogata y durante horas se hace girar la rueda sobre el intenso fuego cocinando a lo infelices.
La reina de las máquinas de tortura es sin dudas, "la hija del carroñero". En esa estructura de hierro terminan los herejes, los homosexuales y los espías. Son aplastados con la fuerza de una tenaza, que lentamente va rompiendo la columna vertebral hasta despedazarla, saliendo sangre por todos los orificios del cuerpo. Hasta a mí me repugnaba ver sus despojos.
Finalmente a las brujas y a las adúlteras se las encierra en "la doncella de hierro". Este sarcófago siniestro las mantiene vivas, desangrándose lenta y agónicamente, a consecuencia de las trece púas que se introducen en la carne al cerrar la puerta frontal.
¡Sádicos!, y después se escandalizan de mis métodos, ¡es inaudito!.
Como dije al principio del relato, hace siglos que soy el guardián por excelencia de este castillo y nunca antes experimenté este sentimiento que me hace viajar de los infiernos escabrosos a los cielos excelsos. Como nunca antes me pasó, no sé que nombre darle; aunque creo que lo llaman amor.
La causante de esta incertidumbre que me devora los sentidos es una gentil doncella, prisionera en la torre. 
Su exquisita belleza me impactó, pero lo que robó mi corazón fue su pureza; la inocencia de su alma,
libre de maldad y engaños.
Su continuo llanto turba mi espíritu, ¡que no daría yo por verla sonreír!.
Sé que me odia y teme, es lógico soy el truhán que la vigila y controla. Aquel que le impide huir de la soledad. 
Quisiera consolarla con dulces y tiernas palabras, pero no esgrimo el arte de la seducción.
Desfallezco por acariciar su tersa piel, por besar sus labios de rosa; por abrazar su delicado cuerpo, pleno de recodos y curvas sensuales, pero mi rudeza me atemoriza...podría dañarla.
Desde su llegada, el enigma de su cautiverio me inquietó sobremanera hasta que en cierta ocasión escuché, por casualidad, la cruel historia de Domitila, el nombre de mi amada.
Fruto de la relación incestuosa de hermanos, la pequeña Domitila, siempre vivió recluida. Primero en las lóbregas catacúmbas de San Calixto, cercanas al palacio de su abuelo, rey de Atica y ahora aquí. Sé, por experiencia, que nunca será libre. Me tranquiliza saber que no será torturada, permanecerá encerrada hasta su muerte. El mundo no debe conocer semejante abominación. ¿Pero se la debe castigar a ella por la flaqueza de sus padres? ¡Que necio es el hombre!, siempre jactándose de su estirpe, siempre encubriendo sus pecados con males peores.
Algo extraño esta sucediendo. Domitila parece feliz, quizás la lectura que con tanto interés devoró las pasadas dos noches benefició su ánimo alicaído.
¿Es un sueño o me está llamando? Sí, me llama. Es la primera vez que lo hace.
¿Quieres brindar conmigo?,¿por qué?, las preguntas quedan atrapadas en mi pensamiento, no puedo exteriorizarlas. Sin embargo, ella parece comprenderme.
_ Bebe conmigo, por favor. Aunque eres mi guardián, también eres mi único compañero en esta soledad que me agobia.
Acerca la copa de cristal a mis labios y bebo atónito, embelesado por su mirada diáfana y cristalina como agua de manantial. Un repentino mareo se apodera de mí, pero enseguida me recupero.
El sentimiento llamado amor que alberga mi corazón, se transforma en un guerrero que me toma prisionero.
¿Que me has dado de beber?, quiero gritar, pero una vez más la frase queda atascada.
_ Un hechizo de amor. No temas, no te hará daño. Lo he preparado con los pétalos de la rosa roja que me traes todas las mañanas, macerados en el vino dulce que acompaña mis almuerzos y unas gotas de esencia de pachuli que guardo celosamente entre mis pertenencias.
Semejante disparate fue innecesario, pienso divertido, si te amo con locura. Ahora entiendo el brillo de sus ojos al pasar las páginas del viejo libro. Planeaba el hechizo.
_ Llévame lejos de aquí, quiero conocer la libertad, vivirla! No es una orden, es una súplica.
Su voz prístina me sobrecoge. Enceguecido de pasión, permito que suba a mi lomo, extiendo mis alas con audacia y vuelo alto, muy alto, fuera del alcance de las miles de flechas que bregan por darnos caza.
Las lágrimas de Domitila mutan en risa y mi amor se intensifica. No sólo ella es libre, yo también lo soy.
Cruzamos una ancha franja de aguas tan azules como el firmamento que nos cobija. 
Aterrizo en una zona despoblada para evitar el pánico. Las personas le temen a mis bocanadas de fuego, a mis garras, a mis colmillos y a mi larga cola, con la que azoto a diestra y siniestra.
Lo que la gente no sabe es que ataco si me atacan, sólo me defiendo.
Domitila se desliza por mis escamas y pisa suelo firme.
_ Gracias mi buen dragón _ me susurra con tanta dulzura que mi corazón tiembla.
Con una de mis garras desprendo de mi pecho dos gemas, un ópalo negro y un rubí, y lo deposito a sus pies.
_ ¿Para mí?_ se estremece.
Para ti, amor mío. Cuídate y sé feliz, quisiera que me escuchara, me desespera no poder hablar.
Pero ella entiende, agradecida se abraza a mi cuello y me besa.
_ Nunca te olvidaré mi generoso guardián, mi hermoso dragón plateado.
La veo alejarse y surge de mis labios un conjuro : Espíritus de la naturaleza les imploro que libren a mi amada de todo daño conocido y por conocer, que desarmen a todos sus enemigos carnales y descarnados, que la salven cuando sea perseguida y que ningún influjo o maleficio logre afectarla.
Ve en paz mi amor."
El dragón, ser mágico y poderoso, ve el futuro de Domitila, un futuro luminoso.
Ahora que ella ya no está, deja de fingir. Una flecha envenenada con cantaridina atravesó impunemente la sólida capa de escamas, expandiéndose por todo su organismo.
"Doy gracias a las Animas por haber conocido el amor, un sentimiento tan profundo que me liberó de ser testigo y avalar tantas atrocidades. Muero en paz, pero mi espíritu continuará siendo tu fiel centinela, mi dulce Domitila."
Cuenta la leyenda que del cuerpo sin vida del dragón plateado, brotó un árbol gigantesco del que una vez al año brota una savia color roja con poderes sanadores. Los lugareños afirman que es un regalo del dragón en compensación por el mal del que fue artífice. 
Lo que ellos no saben, es que esa savia es en realidad, la "sangre del dragón" derramada por amor, un amor inextinguible como el fuego eterno.



jueves, 7 de enero de 2016

GUERRERA

La mujer fija su mirada en el espejo. La imagen que le devuelve le turba el alma. ¡Cuánto tiempo ha pasado!
Ya no quedan rastros de aquella jovencita arrebatada y rebelde, dueña de infinitos sueños y proyectos. Muchos quedaron abandonados en el camino, otros se hicieron trizas, unos pocos se cristalizaron.
Cuenta sus arrugas, mapa de una historia compleja, en la que la balanza de la vida equilibra los platillos de las penas y las alegrías.
Una historia que ella imaginó de una manera y los trucos del destino desviaron hacia horizontes opuestos.
No está defraudada, siempre eligió y cada elección supuso un desprendimiento, un rechazo, un abandono...
Algunas veces, sólo algunas veces, lloró por una elección errada y otras tantas aplaudió.
Conoció el amor, la pasión, la violencia, la humillación, la mentira y el rencor. Perdonó y fue perdonada.Acerca aún más su rostro al espejo. Escudriña en la profundidad de sus ojos, busca con ansias aquella magia que iluminó su juventud...y sí, allí está, intacta, luchando por emerger nuevamente. No habrá cancerbero capaz de impedirlo.
La mujer anhela capturar la felicidad y revolcarse en ella. Sueña con danzar bajo la luna y bajo el sol; bajo la lluvia y en la nieve.
Sonríe. La esperanza corre por sus venas. La vida es una guerra y le quedan varias batallas por vencer, tiene el temple y la valentía para lograrlo..
Perpleja observa como la imagen que le devuelve el espejo le guiña un ojo con picardía. Ella asiente y vuelve a sonreír.


"Vivir no es sólo existir,
 sino existir y crear,
 saber gozar y sufrir
 y no dormir sin soñar"  ( Gregorio Marañón )

UN ROMANCE SINGULAR

Después de mucho tiempo regresé a la casa de mi niñez. Mi querida abuela falleció el mes pasado y me dejó en herencia la magnífica propiedad que guarda mis más tiernos recuerdos.
Hace años que está deshabitada. La causa: una absurda superstición y mi abuela era sumamente supersticiosa.
Allí pasé mis primeros años de vida junto a mis padres y mis abuelos paternos, hasta que en un accidente perdí a todos, menos a mi abuela que se había quedado cuidándome mientras los demás asistían a una gala en el Teatro Colón.
Luego de esa terrible desgracia, nos mudamos a un coqueto departamento de una zona céntrica.
Siendo una adolescente, mi abuela me confió el motivo por el que la casa se convirtió en tabú.
"La noche anterior al accidente tuve un sueño extraño; me corrijo, una premonición. Alguien, un hombre joven y buen mozo me advirtió del peligro. Cuida de la niña, me pertenece...Con esas tenebrosas palabras resonando en mis oídos me desperté alarmada ".
Recuerdo que me reí del relato. Mi abuela se enojó y durante una época estuvo muy ofendida.
No dudé en trasladarme a la supuesta casa embrujada. Siempre me sentí atraída por ella. Debo confesar que muchas veces pasé por el frente añorándola...a escondidas de mi abuela, por supuesto.
Ahora que nuevamente estoy aquí instalada, vuelve a mi memoria la misteriosa frase: "Cuida a la niña, me pertenece".
Un escalofrío recorre mi columna vertebral. ¡Tonterías!, como si fuera polvo molesto, sacudo esos pensamientos.
Limpio, ordeno, me distraigo.
La luna asoma su semblante de plata y yo caigo desmayada por el cansancio. Me hundo en un sueño desconcertante y bello a la vez.
"Una muchacha de cabellos rojos, corre entre los trigales. Ríe, es feliz. Experimento su felicidad como si me perteneciera. Un joven la persigue, la alcanza...se evaporan en un abrazo".
De repente mi cuerpo se estremece bajo el hechizo de caricias lujuriosas que me hacen gemir de placer. Soy fuego, fuego líquido.
Me despierto sofocada, me cuesta respirar, sin embargo me siento plena...Extraño, muy extraño.
Paso toda la jornada aguardando la noche. ¡Quiero volver a soñar!
"Un beso fogoso devora a los amantes. Ella se desarma en llanto amargo y él solícito, la consuela. Volveré, no temas, volveré y nadie osará separarnos, lo juro".
Nuevamente caigo bajo el influjo de un placer fulminante, intenso, un maremoto sensual que me desequilibra, me relaja.
Temprano salgo a correr. Regreso y desayuno. Mientras lo hago, una fragancia penetrante, parecida a la mirra, invade la cocina. Confundida busco los sahumerios, pero no, no los encendí. Entonces,¿ese perfume?...Extraño, muy extraño.
Después de cenar unas verduras salteadas; paseo por el jardín, me siento en un banco de hierro forjado que le da al lugar un toque romántico. Fijo la vista en la luna que resplandece en el oscuro firmamento coronada de estrellas; siempre me atrajo la luna y su halo de misterio. Y sin darme cuenta caigo en un ensueño...
"El joven demudado por el dolor, llora sobre una tumba, la tumba de su amada. De un morral extrae un pequeño frasco. Lo abre y derrama su contenido, un líquido resinoso, sobre la lápida".
El perfume es tan potente que hasta yo lo percibo. Pero si es...
"Mirra. Amor, cumplí mi promesa. Lo primero que hice al pisar Oriente fue buscar el perfume que despierta los sentidos, que los exacerba. ¡Cuánto imaginé cubrir con él tu delicado cuerpo, para luego amarnos libremente, despreciando cualquier imposición moral. Pero el destino y sus mezquinas jugarretas lo ha impedido y hoy estoy aquí derramando este exótico tesoro sobre una piedra fría, que lo único que tiene de ti es tu nombre, Juana, mi adorada Juana".
¿Juana? Pero si es mi nombre. Por primera vez tengo miedo. Ahora entiendo lo que debe sentir la mosca atrapada en una tela de araña esperando ser devorada. No voy a huir como lo hizo la abuela. Voy a desentrañar este enigma.
Antes de acostarme, me siento frente al espejo, un antiguo espejo basculante de caoba. Lentamente deshago mis trenzas cobrizas. Una corriente cálida roza mi nuca y se pierde entre mis pechos. Me paralizo; no temo, gozo.
Escucho una voz grave, aterciopelada que eriza mi piel:
"Tu eres mi Juana. Mi espíritu doliente ha rondado esta casa por generaciones esperándote. A aquella muchacha la destruyeron los prejuicios de una sociedad pacata. No soportó las murmuraciones de las lenguas viperinas y se suicidó. Yo no supe ni pude defender nuestro amor, un amor prohibido, una señorita de alcurnia enredada con un simple marinero".
Lo escucho fascinada, la cadencia de su voz me hipnotiza.
"Aquí estas, tan bella, tan deseada, en el dormitorio que fue nido de aquel amor furtivo. Quisiera empaparte con palabras dulces y tiernas, suaves como un beso, bajo la luz de esta luna llena, fiel amiga que inspiró nuestra pasión. Quisiera extraviarme en cada rincón de tu cuerpo. Saborearte es mi tentación".
No puedo creer lo que sucede, pero es una realidad tangible,  percibo a este fantasma de una manera clara y precisa. Cierro los ojos y veo su rostro de facciones recias, boca cautivante y ojos oscuros, como dos carbones. Aterrizo en sus brazos que me envuelven con adoración.
" Cientos de años duró mi tortura deambulando mi dolor por esta casa.  Ya no sufro porque te he recuperado. Desde hoy serás mi prisionera, mi dulce prisionera". 
Sus palabras actúan en mi como un poderoso conjuro que me impulsa a aceptar la condena que me impone.
Mi razón grita que es una locura, mi alma se deja arrastrar por una pasión descabellada...y yo sólo sé que nunca fui tan feliz.


"Cada mujer lleva un fantasma de hombre, no en la imaginación que entonces sería fácil de expulsarle, sino circulando en su sangre".  ( Gregorio Marañón )

lunes, 4 de enero de 2016

INOCENCIA MANCILLADA

Un rayo de sol se coló entre las rendijas de la persiana iluminando con timidez la tristeza de la habitación. Dos jovencitas y cuatro niños rodeaban la cama de su madre desgranando un rosario. La moribunda abrió los ojos y con infinito amor los abrazó con dificultad, uno a uno.
El marido, desde un rincón, los observaba y lloraba.
Al caer la noche, la mujer los abandonó para siempre.
"¿Qué hacer sin ella? ¿Qué hacer solo y con tantos hijos?", reflexionó atribulado.
Cierta mañana llegó al pueblo una prima del hombre que enterada del fallecimiento quiso ofrecer su ayuda.
"Me gustaría llevarme a Eleonora. Bien sabes el dolor que tengo por no tener hijos y ella sería una bendición para mí. Diego estará encantado", con lisonjas trató de convencerlo.
"Es que Eleonora es una de las mayorcitas, no sé...", titubeó.
"Piénsalo, además, todos los meses te enviaría una suma de dinero que te vendría muy bien", insistió.
Eleonora, una muchacha de catorce años, recibió la noticia con disgusto. La prima le caía mal. Le rogó a su padre que cambiara de parecer, pero él ya había tomado una decisión.
"Debes ir querida, la prima Aurelia te cuidará y hasta me prometió que te enviará a la escuela. Me hará muy feliz tener una hija estudiada", dijo evidenciando su simpleza. Le acarició con ternura una arruguita que se le formó en el entrecejo provocada por el enojo.
Una semana después estaba instalada en su nueva casa. No se podía quejar, tenía un dormitorio para ella sola, todo un lujo. Lo que más la emocionaba era el detalle del espejo, un espejo de cuerpo entero...¡jamás había tenido uno! Si de ella dependiera, hubiese estado horas delante del espejo al que consideraba mágico recordando un cuento que su madre le había narrado cuando era muy pequeña.
Pero el encanto se quebraba con los gritos de Aurelia exigiendo el desayuno...el almuerzo...la cena.
La cariñosa Aurelia se volvió una tirana que obligaba a Eleonora levantarse al alba para realizar todos los quehaceres domésticos mientras ella leía novelas rosas.
Pero en las noches no terminaba la tortura de la muchacha. Diego, el marido de Aurelia, se presentaba subrepticiamente en su dormitorio para comenzar con un juego de caricias que la asqueaban.
La joven, con temor y vergüenza, lo delató. Aurelia enloqueció.
"¡Eres una víbora mentirosa! ¿Cómo te atreves a calumniar de esa forma a un hombre honorable? Vete de mi presencia, me repugnas", le gritó indignada.
A partir de ese momento, Eleonora comenzó a gestar un plan para fugarse de esa casa maldita. Volvería junto a su padre y a sus hermanos.
Contó el dinero que tenía, dinero que Diego le dejaba sobre la mesita luz cuando la visitaba por las noches. Lo utilizaría para comprar el pasaje a su pueblo. Con astucia averiguó la forma de llegar hasta la terminal de ómnibus y los horarios de partida, evitando despertar la suspicacia de Aurelia.
Escaparía de madrugada, no temía, sólo deseaba huir de ese infierno.
Esperó a que estuvieran profundamente dormidos. Con sigilo caminó hasta la cocina. De una de las alacenas tomó el frasco de azúcar y vació dentro un sobre de polvo blanco. Repitió lo mismo en la azucarera que usaban a diario.
Luego intentó abrir la puerta de calle, cerrada. No desesperó, ella tenía una copia que días antes le había robado a Diego.
¡Libre! Un taxi la llevó hasta la terminal. Con el corazón desbocado, subió al ómnibus que partió raudo.
A medida que el micro se alejaba, una sensación de seguridad se fue apoderando de Eleonora.
Relajada, cerró los ojos. Lentamente, una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro, una sonrisa de satisfacción preñada de malicia.
"Nunca más volverán a molestarme esos dos. ¡Nunca más!"
Su padre la recibió confundido, aunque feliz por el reencuentro.
Eludió las preguntas para más adelante argumentando su tremendo cansancio.
Sólo a su hermana mayor le contó la verdad.
"¿No tienes miedo de que vengan a buscarte?", le preguntó conmocionada por el relato.
"No", fue categórica, "no vendrán, yo misma me encargué de ello".
"¿Cómo?", preguntó perpleja.
"Sólo te diré que las ratas fueron mis aliadas".




sábado, 2 de enero de 2016

EL CASTILLO DE CORAL

Irlanda, 1300
El muchacho trabajó duramente desde antes de la salida del sol en la tierra arrendada al señor feudal. Debía sacar de ella el máximo provecho, los intransigentes administradores siempre le exigían más y más...
Erin contaba con trece años y ya ere el jefe de su hogar. Su padre había muerto apuñalado hacía unos meses en una trifulca de ebrios en la taberna del pueblo. Su pobre madre apenas lo lloró, en realidad se sintió aliviada de librarse de ese hombre pendenciero que sólo le provocaba dolores de cabeza.
Erin lamentó la muerte de su padre, el pesado trabajo del campo ahora dependería exclusivamente de él. El agobio de semejante responsabilidad lo abrumó. La existencia de toda su familia, su madre y sus dos hermanitos, estaban sujetos a su esfuerzo. Si no rendía lo suficiente, el terrateniente los echaría sin piedad de la propiedad y...¡qué sería de ellos!.
Sin embargo, el mal presentimiento de Erin cayó por tierra cuando a la mañana siguiente al entierro de su padre y después de un frugal desayuno, su madre y sus hermanos se alistaron para compartir con él las tareas del campo. Juntos saldrían adelante.
Un día, a finales de abril, Erin y sus hermanos, montados en un carro cargado de trigo y tirado por dos mulas, se dirigieron al mercado del pueblo. Su madre se quedó ordenando las herramientas que empleaban en la labranza : guadañas, rastrillos y asadas, en el pequeño galpón adosado a su casa, ya que se acercaba una tormenta.
A mitad de camino, al intervenir en una tonta riña de los niños, Erin cayó a tierra. Una rueda le pasó sobre su pierna derecha fracturándola. Los gritos del muchacho asustaron a los chiquillos que corrieron en busca de auxilio.
Dos amigos de su padre, generosamente, lo regresaron a su casa.
Su madre, de espíritu férreo, mantuvo la calma. Le aplicó un emplasto con larvas de mosca para evitar la infección; luego, entablilló la pierna, simulando serenidad ante el dolor lacerante de su hijo. Le dio a beber un té de valeriana y menta para relajárlo y mejorar la circulación sanguínea. "Nos queda esperar y rezar. Mi temor es la gangrena, si esto sucede habrá que cortar ", lloró la mujer.
Pasados unos días, el fantasma de la gangrena se materializó en la pierna de Erin. Los amigos de su padre se presentaron con un anciano jorobado y de larga barba blanca. "Es médico", se limitaron a decir.
La madre de Erin lo miró con suspicacia.
"¡Mujer!, no tienes otra alternativa que confiar en mí. La vida de tu hijo pende de un hilo. ¿Quiere mi ayuda o no?", vociferó mal humorado.
La mujer aceptó a regañadientes, más aún cuando hubo que cortar la pierna.
Concluída la extenuante operación, el jorobado, con una ternura que sorprendió a todos, dijo a la mujer: "Curar pocas veces; aliviar a menudo; consolar, siempre. Bebe este tónico, aliviará el dolor de tu alma. El muchacho saldrá adelante, ya verás. Confía en Dios, en los Hados, en el Destino, no importa en quien, pero confía, siempre confía". Dicho esto se fue sin aceptar pago alguno.
Pasado un tiempo, gracias a su fuerza de voluntad y a un par de muletas que un vecino le proporcionó, volvió a trabajar en el campo. Poco era lo que podía hacer. Durante la cena, un liviano guiso de huesos de oveja sin carne y algunos nabos, lloró su desesperación. "Madre, por más que me ayuden, es imposible que podamos usufructuar estas tierras. Soy un lisiado y el amo nos echará a patadas. ¿Qué haremos madre?".
La mujer recordó las palabras del jorobado y se las repitió: "Confiemos, hijo, siempre confiemos. La respuesta a nuestros males nos llegará pronto". Se abrazaron uniendo sus corazones en una única plegaria.
Pronto llegó la festividad de Beltane, la celebración del Buen Fuego que marcaba el comienzo del verano pastoral, cuando los campesinos llevaban las manadas de ganado a las tierras de pasto de las montañas. Erin y sus hermanos se aprestaron a participar muy entusiasmados.
El trayecto fue duro para el muchacho que se desplazaba con la ayuda de las muletas, pero en ningún momento decayó su ánimo. Entre cánticos y risas llegaron a su destino. Al atardecer encendieron grandes hogueras, símbolos de la fiesta.
Mientras compartían una cerveza fresca y turbia, algunos hombres comentaron sobre la existencia del misterioso Castillo de coral que se encontraba oculto entre esas montañas.
_ Dicen que allí vive una bruja poderosa capaz de volar, de manipular el fuego y exponerse a él sin recibir daño alguno.
_ Además domina los ríos y las tormentas _ agregó un desdentado.
_ Pero lo más increíble es que puede tomar la forma de cualquier animal, se puede hacer invisible y puede volver a la vida a los muertos _ dijo otro con seriedad.
Todos escuchaban con respeto, nadie se atrevió a reír o burlarse. Todos creían fervientemente en las leyendas que pasaban de generación en generación a través de la tradición oral.
"Volver a la vida los muertos...Si puede volver a la vida a una persona completa, quizás pueda volver a la vida mi pierna", reflexionó esperanzado Erin.
_ Esta misma noche iniciaré la búsqueda del castillo de coral _ afirmó con convicción ante el grupo que lo miró atónito.
_ ¿Qué locura dices muchacho? _ se escandalizó el más anciano.
_ Lo haré, mi futuro y el de mi familia depende de ello._  se retiró de la reunión perdiéndose en las sombras de la noche ante la perplejidad de todos.
A pesar del cansancio, caminó durante toda la noche por senderos tortuosos con la luz de la luna como única guía.
En los albores del día se topó con un túnel natural de hayas oscuras que lo invitaba a adentrarse en él. Así lo hizo. Caminó por horas y al término del misterioso sendero quedó pasmado al aparecer ante sus ojos el legendario Castillo de Coral. Se acercó con cautela, aunque sin miedo. No estaba custodiado, eso creía él. Varios pares de ojos seguían con atención sus pasos, eran Djins, genios al servicio de la poderosa bruja. Sigilosamente traspuso el enorme portón de piedra. Lo recibió un fantástico y colorido jardín adornado por relojes de sol y representaciones del sistema solar. En el centro, una peculiar mesa en forma de corazón con un ramo de rosas blancas. Más allá de las enredaderas de mil tonalidades y de las distintas especies de plantas, todas extrañas y exóticas, se alzaba una torre altísima cubierta de piedras preciosas, destacándose el jade, los zafiros y las turmalinas.
Erin, impresionado ante tanto despliegue de belleza, permaneció alelado esperando a la bruja.
Esta se presentó custodiada por dos mastines, oscuros y fieros. Alta, delgada como un esqueleto, de nariz larga y puntiaguda, toda vestida de negro. Un velo cubría una mirada enigmática y electrizante.
_ ¿Que pretendes en mis dominios criatura impertinente?_ su voz era áspera, grave.
_ Vengo a suplicarte por la pierna que me falta. Sé que tienes el poder para devolvérmela.
Una carcajada ronca, escalofriante, rompió el singular silencio del lugar.
_ Haré lo que quieras, limpiaré, cocinaré...lo que deseés, estoy a tu disposición, pero, por favor, devuélveme la pierna. Mi madre y mis hermanitos dependen de mis fuerzas para trabajar las tierras que arrendamos a nuestro Señor. Si no hay cosecha seremos arrojados como perros de nuestra casa. ¡Ten piedad!_ vencido cayó entre las piedras llorando como un niño desprotegido.
_ No apeles a mi piedad porque no la tengo. Reconozco que mi precioso jardín necesita algo de cuidado...y que mi laboratorio está lleno de polvo y telarañas...así que ponte manos a la obra y después hablaremos sobre tu pierna ausente.
Erin al escuchar el comentario de la bruja levantó el rostro sucio de tierra, pero ella y los mastines habían desaparecido.
Tardó varios días en desmalezar el jardín, podar los diferentes arbustos y plantas trepadoras, cortar el césped, que en algunos lugares parecía devorar las exquisitas orquídeas, de pétalos densos y brillantes; y los delicados lirios blancos. Trabajaba cantando y con esperanza.
Una noche de tormenta, mientras estaba ordenando el laboratorio de la misteriosa bruja, a la que no volvió a ver desde su llegada al Castillo de Coral, le llamó la atención un libro de gastada tapa de cuero que descansaba sobre un atril de plata. Comenzó a hojearlo con mucho respeto, si bien no sabía leer, las ilustraciones de botánica, astrología y cosmología, captaron su curiosidad.
_ ¿Qué haces?_ la voz estridente y autoritaria lo hizo temblar.
Al volverse se encontró cara a cara con los ojos afilados de un cuervo que lo observaba desde el macizo escritorio desbordante de pergaminos, tinteros y plumas de ave.
_ ¿Qué haces? _ repitió.
Erin, ante la sorpresa, se paralizó; la respuesta, atragantada.
_ Le contaré al ama sobre tu insolencia, seguramente te echará. No soporta que hurguen en sus cosas.
_ Te imploro, no le cuentes. Lo haré yo mismo. Si cometí un error, asumiré las consecuencias.
El cuervo extendió sus renegridas alas y se lanzó sobre él pasando muy cerca de su cabeza. Apenas lo rozó.
A la mañana siguiente se presentó la bruja en el momento que Erin desayunaba. El joven se atoró con el café, que junto a un aromático pan casero, aparecía mágicamente todos los amaneceres en la larga mesa de la cocina.
_ Sígueme _ le ordenó la oscura dama.
Obedeció sin vacilar con un nudo en el estómago.
Lo primero que vio al llegar al laboratorio fue el enigmático libro abierto en una página poblada de extraños caracteres.
_ Debo confesarte algo _ trató de ser valiente.
_ Habla
_ Ayer me dejé llevar por mi curiosidad y quise saber de que se trataba ese libro_ dijo señalándolo._ Te pido perdón por mi insolencia.
La bruja sonrió mostrando una impresionante dentadura de hierro que dejó boquiabierto a Erin.
_ Me satisface que no me engañes, pequeño campesino. No tolero la mentira y la holgazanería, veo que ellas no te dominan...aunque sí, la curiosidad. _ y con picardía le guiñó un ojo. Erin quedó de una pieza ante semejante gesto. La bruja estaba de buen humor.
_ Tres cosas me agradan de tí : tu amor a la naturaleza, has trabajado incansable en mi jardín a pesar de tu discapacidad, respetando cada planta, cada flor. Tu sinceridad, has sido valiente al confesar tu torpeza sin importarte el castigo. Y tu gran amor a los tuyos por quienes has padecido grandes sufrimientos.
Erin escuchaba y lloraba.
_ ¿Ves ese libro? Es el Heptameron, explica la manera de convocar a los espíritus, ya sea para pactar con ellos o para dominarlos para que cumplan mis deseos como solía hacerlo tiempo atrás el rey Salomón.
He visto dentro de tu corazón, sé que eres una persona pura y de intenciones nobles. Otro hubiese matado al cuervo para que no lo delatara, pero tú preferiste enfrentar mi furia y decir la verdad.
Erin recordó las palabras de su amigo," la bruja puede tomar la forma de cualquier animal".
_Ya puedes regresar a tu hogar, pequeño campesino _ lo dijo con amabilidad, casi con cariño.
_ Pero, ¿mi pierna? _ se desilusionó.
_ Confía, siempre confía _ y ante la mirada azorada de Erin, la bruja se evaporó.
Su madre y sus hermanos lo recibieron con alegría. Querían saber todo cuanto había acontecido en el mágico Castillo de Coral.
_ ¿Eso te dijo la bruja? ¡Que raro! Es el mismo consejo que me dio el médico jorobado que te cortó la pierna. ¡Que raro!
Esa noche se fueron a dormir temprano. A la media noche, la mujer se despertó sobresaltada. Enseguida percibió una fragancia dulce y suave. Encendió una vela y fue a ver a sus hijos. Al acercarse a la cama de Erin, con sorpresa observó que debajo de la raída manta que abrigaba al muchacho se encontraba no una, sino las dos piernas.
Muy lejos de allí, la bruja terminaba de convocar a los espíritus del bosque para cristalizar el deseo de Erin:
"Yo, Mara, bruja de la antigua tradición,
 solicito a los árboles y al suelo del bosque
 que me cubran de energía y resplandor,
 Araña que teje, poder y fuerza.
Aire y Fuego, Agua y Tierra,
vengan en mi ayuda.
Abran mi espiral de fuerza y magia,
abarquen el alma que me han concedido,
Pentáculo de la antigüedad, piedras de lo profundo.
Sangre roja, agujas y alfileres, perfume de almizcle
escuchen mis palabras de luna a luna.
Cito al Señor y a las Damas de las Runas
que la pierna de Erin asome fuerte y sana
por la Ley de tres veces tres. Amén"