domingo, 11 de septiembre de 2016

CONJURO

Sintió su beso aterciopelado en el cuello, un beso cálido que le erizó la piel. Nunca la habían besado de esa manera, nunca había experimentado un deleite tan supremo.
Su aliento ardiente la sofocó, la quemó, la marcó.
No lo conocía, jamás lo había visto, sin embargo lo amó incondicionalmente, sin escrúpulos.
Ella, la tímida, la retraída, le entregó el corazón a un desconocido.
La noche, impertinente celestina, los unió en un fogoso juego de seducción. Amparados por sombras cómplices, se amaron con devoción.
Atrás quedaron las luces, la música, las risas...la fiesta de disfraces que cruzó sus destinos.
_ Quítate el antifaz _ le suplicó ella entre caricias y besos.
_ Imposible,es mejor así _ contestó sin apartarse del cuerpo cimbreante que mantenía atrapado en sus manos irreverentes.
Arrogante, la penetró rasgando el velo de su inocencia. Ella no se opuso...ella gozó hasta el delirio... ella voló hasta las estrellas, testigos mudos de la pasión desatada entre los amantes.
"¿Quién este hombre, fuego líquido, que me consume y devora?. Él es mi eternidad", pensó perdida en la lujuria del momento.
Por un instante perdió la conciencia, tan profundo fue el orgasmo que experimentó, y ese breve instante fue suficiente para que él desapareciera.
Lo vio de lejos regresar a la fiesta. Quiso llamarlo, pero ¿cómo?, ni su nombre conocía, sólo el glorioso embate de su descarnada sexualidad.
Cuando pudo alcanzarlo el mundo se abrió a sus pies. La risa cantarina de su hermana mayor le produjo náuseas. El hombre que un momento antes la llevó al Paraíso ahora la arrastraba al mismo Infierno.
Los vio abrazados en un baile sensual y desinhibido, una danza poética cuyos movimientos eran espadas que la atravesaban.
Se acercó a ellos y descubrió que él ya no tenía antifaz. Las luces identificaron lo que las sombras tramposas le habían impedido . Era su cuñado. "¡Maldito, mil veces maldito!", aulló su espíritu traicionado.
Huyó de la fiesta y al llegar a su casa subió decidida a la buhardilla. Allí en un baúl apolillado y polvoriento encontró lo que buscaba: el libro de hechizos heredado de su abuela.
Lo hojeó con rapidez hasta que su dedo sediento de venganza señaló la condena.
Leyó con rabia y llanto. De un cajón oculto tras una pesada cortina de terciopelo púrpura, extrajo una vela en forma de ataúd y la colocó sobre un plato.
Cortó tiras de papel de diario y los colocó en el fondo del ataúd; los cubrió con sal gruesa y granos de pimienta. Finalmente envolvió todo con grasa animal (de un gato) que sacó de un tarro celosamente guardado entre sus cosas de magia negra.
Encendió la vela y esperó hasta que se consumiera junto a los trozos de papel. Mientras lo hacía recitó un conjuro: "Hipnos, dios de los sueños, haz que el maldito sueñe con lo temible hasta transformarse en locura. Hostígalo con pesadillas que él no podrá soportar, prefiriendo la muerte antes que conciliar el sueño. Que así sea".
Concluyó el rito colocando los restos de la vela y las cenizas del papel en una bolsa pequeña de seda azul que amarró con una cinta roja.
En el jardín, la enterró debajo de su rosal preferido. "A partir de este instante dejarás de dañar, lacra inmunda", fue su canto jubiloso.
Pasaron cinco semanas. El hombre apareció ahorcado. Una nota decía:
"Ya no lo soporto más.  Espectros aureolados de inmundicia, mi inmundicia, me acosan y someten. No tolero sus resuellos hediondos, fétidos resquicios de una vida sin sentido. Añoro paz, sólo en la muerte ¿podré hallarla?".
Mientras paladas de tierra húmeda caían insolentes sobre el féretro, una joven vestida de luto ocultaba una sonrisa siniestra tras un velo de lágrimas...

1 comentario:

  1. Buenisimo Haydee, una historia de venganza mezclada con brujería que busca justicia por el dolor y el orgullo herido. Muy bien dicen que no hay nada más peligroso que una mujer despechada. Besos.

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