domingo, 24 de enero de 2016

EL ENGAÑO

Samael, Angel de la Fuerza y uno de los regentes del mundo, al rebelarse contra el Todopoderoso fue expulsado de su hogar, el Quinto Cielo.
Desde entonces su hogar es el Hades, la morada de los muertos, desde donde domina el tiempo y el espacio.
Es su costumbre pasear en las ciudades tomando la apariencia humana para pasar inadvertido. En uno de esos paseos quedó prendado de la belleza de una joven, que debajo de una pérgola en la que se encaramaban buganvillas y glicinas, entonaba una  tierna canción de cuna a su pequeño remolón. Tanta dulzura lo cautivó.
Averiguó, entonces, entre los lugareños quien era aquella muchacha de mirada turquesa que se había apropiado de su duro corazón.
"Ysabel es viuda, vive junto a su madre y a su hijito. Luego de la muerte de su esposo, juró no volver a amar a otro hombre. Su hijo es su tesoro y la razón de su vida", le confió la dueña de la posada en la que entró por una copa de hidromiel.
Samael, decidió presentarse ante ella como un gallardo terrateniente. Ella lo recibió con sencillez y cortesía, sin comprender la razón de tan importante visita.
"He recorrido el mundo buscando un alma pura que sea merecedora de mi amor. Nunca sospeché que en este pueblito perdido de la mano de Dios la hallaría. Concédeme el honor de ser mi esposa y te rodearé de riquezas", le rogó arrodillándose frente a ella.
Ysabel estaba desconcertada, ¿quién era ese desconocido proponiéndole matrimonio? "Sin duda está loco", pensó divertida.
Tratando de no humillar al atrevido caballero, lo rechazó con delicadeza, ignorando que encendía la llama de la venganza en el Señor del Hades.
Samael no insistió, su enorme orgullo se lo impedía. "Llegará el día en que suplicarás mi ayuda" _ murmuró para sí _ "y en ese momento serás mía".
No tardó en urdir un plan malévolo. Hirió de muerte al bien más preciado de Ysabel, su hijo.
"El pequeño está desahuciado. He probado en él  todas mis hierbas y ninguna pudo combatir la fiebre que lo aqueja. Lo siento Ysabel", argumentó vencido el viejo médico.
La madre y la abuela no se apartaban del niño. Con vehemencia imploraban un milagro.
Una noche en que la anciana le insistía a su hija que bebiera un tazón de caldo, las alarmó el escuchar una serie de golpes en la puerta.
"Soy un peregrino sediento, ¿podríais ofrecerme agua fresca?".
Con sigilo, la anciana abrió la puerta y le alcanzó lo que pedía.
"Gracias buena señora. Si en algo puedo ayudaros, veo que hay lágrimas en vuestra mirada", se preocupó.
"Mi nieto está muriendo", se lamentó.
"Si me permitís, yo puedo ayudar"
Al ver que la anciana dudaba, porfió. "Poseo un poderoso elixir".
Ysabel asomó su rostro por la puerta. La esperanza estaba reflejada en sus facciones.
"Ha mordido el anzuelo", se regocijó el peregrino.
"Pasad, os lo suplico. Si está en vuestro poder que mi hijo se recupere, por favor, hacedlo", imploró la joven.
"Es imprescindible que conversemos a solas", dijo de manera taimada mirando de reojo a la anciana.
"Pasemos, entonces, a la habitación de mi niño".
"El elixir que poseo es en realidad para ti. Debes tomarlo para llegar al lugar que esconde la cura de tu hijo", le resultaba difícil ocultar la dicha de su triunfo.
"No entiendo", se desconsoló Ysabel.
"Al beber este brebaje preparado con las lágrimas de los ángeles caerás en un sueño profundo. No morirás, pero tu alma abandonará tu cuerpo mortal y viajará hasta los dominios del "dios ciego", Samael".
"El Hades...", suspiró temerosa.
"Efectivamente. Despertarás a orillas del río del Olvido; allí encontrarás una barca con la que cruzarás hasta la margen opuesta. Al desembarcar, ve con precaución porque en esa zona vagan las almas atormentadas por la cruel traición. Caminarás hasta detenerte en una encrucijada, de la que parten tres caminos, toma el de la izquierda. Te llevará hasta la parte más profunda y sombría del Hades, el Tártaro. Busca una mazmorra. Entra, y allí, sobre un trono de oro, encontrarás un cuerno de unicornio. Tómalo y huye con él. Cuando regreses lo trituraremos y el polvo obtenido, lo disolveremos en jugo de ciruelas. Al ingerirlo, tu hijo sanará. Debes apresurarte, porque el efecto de las lágrimas de ángeles dura hasta el amanecer. Si no regresas a tiempo a tu cuerpo, morirás. ¿Estás dispuesta a correr semejante riesgo?", preguntó ansioso.
"Por la vida de mi hijo, sí"
"Bebe, pues", exclamó eufórico.
Halló el lugar indicado sin contratiempos, a pesar de la densa neblina que por momentos entorpecía su marcha.
Al tomar entre sus manos el cuerno mágico, experimentó un escozor que la perturbó. A su espalda, una carcajada siniestra la paralizó. Al volverse, una presencia oscura le infundió terror. Una serpiente alada con rostro de león la observaba con codicia.
"Has caído en la trampa. Eres mía por siempre, no permitiré que retornes al país de los vivos".
"¿Quién eres?", tanta era su zozobra que no hacía más que apretar el cuerno del unicornio contra su pecho.
"Soy el rico terrateniente, el sabio peregrino...soy Samael, el Angel Rebelde, Señor del Hades, y tú eres mi prisionera. Serás mi consorte, mi amante..."
"Nunca"_ gritó con valor_ "Debo volver con mi hijo. Su vida depende de los poderes de este cuerno".
"La vida de tu hijo me tiene sin cuidado, todo lo hice por ti, por poseerte".
"Prometo entregarme dócilmente a tus deseos si antes curas a mi hijo", rogó agotada.
"Muy bien, vida por vida; alma por alma. Ese es nuestro pacto. Cuando regrese, tu hijo estará sano y tú serás mía".
Samael desapareció dejándola transida de dolor. Sus lamentos no pasaron inadvertidos para el Todopoderoso, quien enterado de la desgracia de la joven, decidió intervenir.
Cuando por la mañana, la abuela fue a despertar a Ysabel, se encontró con su nieto rozagante, bebiendo un sabroso jugo de ciruelas. Pero su hija, su querida hija, permaneció sorda a su llamado. Consternada constató que no respiraba.
Samael, de regreso en la mazmorra,  la encontró llorando.
"Ya no sufras, tu hijo vive". Se acercó lentamente a ella, la tomó de la cintura y con sus alas azabache cubrió el sinuoso cuerpo de la joven. Ella no se resistió, cumpliría con lo pactado. El beso fue interrumpido por una voz potente.
"Detente, Samael. Ella no te pertenece, déjala en libertad".
"Sellamos un pacto", se encolerizó.
"Un pacto basado en la traición y el engaño. No lo permitiré"
"Vete, estás en mis dominios"
"Error, soy el Todopoderoso, por lo tanto, amo de la luz y de la oscuridad. Sojuzgo el bien y el mal. Y por mal que te pese, soy tu amo y te ordeno que la liberes".
Samael, enfurecido, se evaporó dejando una estela de rechinar de dientes detrás de él.
"Tu cuerpo mortal yace en una tumba, no podrás recuperarlo. Pero no desesperes, yo tengo la solución para que vuelvas junto a tu hijo y ya nadie podrá separarte de él. Confía.", dijo la Voz.
Una soleada tarde de verano, un pequeño de cabello crespo y mirada turquesa, jugaba entretenido debajo de una pérgola florida. Reía y reía. El muy travieso se pasaba la cola del gato por sus mejillas regordetas, provocándose cosquillas.
De repente un caballo alado trotó con elegancia hasta el niño. El pequeño, sin asustarse, acarició la testuz del pegaso con cariño.
"Te llamaré Ibb" _le dijo complacido _ "¿te gusta?"
El caballo movió afirmativamente la cabeza, agradecido. El niño volvió a reír.
Las risas atrajeron a la abuela que lavaba la ropa en el río que pasaba cerca de la casa.
La anciana se sorprendió. ¿Un pegaso?¿Puede ser posible?
"Se llama Ibb, abuelita. A él parece gustarle ese nombre", le dijo mientras trataba infructuosamente de montar al animal.
"¿Ibb? ¿Cómo se te ha ocurrido? Así llamaba a tu mamá cuando era una niña".








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