martes, 1 de marzo de 2016

ESCUCHA MI RUEGO

Fortaleza celta, año 325 a.C.

En la torre de vigilancia, Killian soñaba despierto:
"Dulce, etérea...cuando caminas pareces desplazarte sobre oro líquido. Hasta la rosa más exquisita palidece ante tu belleza. Y tu voz...maravillosa música que enardece mis sentidos. ¡Oh Alanna, que no daría yo por una noche en tu lecho saboreando tus delicias!".
En ese comprometido estado de ensoñación lo sorprendió el oficial al mando. Lo reprendió duramente, con la promesa de un severo castigo si reincidía en su irresponsable distracción.
Las fuerzas romanas acosaban al poderoso pueblo celta. Debían estar preparados para repeler la invasión. Un error sería devastador.
_ ¡Sácate a esa mujer de la cabeza! Está maldita y tú lo sabes. _ lo reprendió su amigo Cetric.
_ Eso es lo que murmuran las malas lenguas. A ella la persigue la desgracia, sólo la desgracia.
_ ¡Que necio eres!. ¿Desgracia es el nombre del demonio que está prendado de ella? Acabarás muerto como cada uno de sus esposos en la noche de bodas. ¿Cuántos fueron? ¿Siete? ¿Ocho?
_ Seis.
_ Y si persistes, tú serás el séptimo...el séptimo cadáver _ se encolerizó.
Ningún argumento, por más funesto que fuera, convencía a Killian. El desposaría a la bella Alanna y viviría, contra toda predicción para disfrutar de su amor.
Esa misma noche se presentó ante ella con el corazón palpitante. Lo recibió el padre de Alanna y sin poner objeción, le permitió conversar con su hija. La había repudiado hacía ya tiempo, avergonzado del maleficio que la perseguía. Para todos Alanna era anatema.
Ella se alarmó al verlo.
_ ¿Qué quieres? _ le preguntó con furia _ Te lo repito una vez más, no me hostigues, no deseo casarme contigo ni con hombre alguno, ¿¡comprendes!?.
_ Tú eres la que no comprende. Te amo y estoy dispuesto a enfrentar al demonio que te acosa. Lo venceré, ¡te lo aseguro!
Alanna rió con tristeza. Hacía mucho tiempo que la esperanza la había abandonado. ¿Cuántos años habían pasado desde que Asmodeo irrumpió en su vida apropiándose de su alma?
Asmodeo la vio una mañana tomando un baño a orillas del río Tyne. Su desnudez lo atrajo, lo enloqueció. A partir de ese momento, ningún hombre consiguió poner sus manos sobre la sedosa piel de Alanna, ni besar sus carnosos labios. A partir de ese momento, fue de su propiedad. Sólo él disfrutó vistiendo de caricias el cuerpo apetecible de la joven, embistiéndolo cada vez que su capricho libidinoso se lo dictara.
Una parte de Alanna sufría por este ataque sexual, pero aunque avergonzada, no podía negar que también lo gozaba.
Pensó en quitarse la vida; nada la ataba a este mundo...su padre la despreciaba, los sirvientes murmuraban y la trataban con desdén. Sólo en su madre hallaba comprensión, y por ella no bebió el veneno redentor. "No quiero que por mi culpa mi madre baje a la tumba llena de tristeza, bastante escarnio vive ya la pobrecita".
Antes de dormir, una misma oración brotaba de sus labios:
"Dana, Señora Protectora, elevo mi rostro y mis ojos hacia tí. Líbrame de esta tierra para que no oiga más insultos. Compadécete de tu miserable sierva".
Y ahora Kilian prometiéndole la liberación. "¿Si fuera esto posible?", anheló; quizás la diosa había escuchado su persistente súplica.
_ Me casaré contigo _ decidió con temor.
La respuesta impactó al muchacho. "¡Por fin serás mía!", pensó exultante.
_ La noche de mañana sellaremos nuestra unión. No te arrepentirás Alanna. Verás como elimino a
Asmodeo _ declaró con valentía.
El templo quedaba alejado de la población, sin embargo llegó con rapidez. El sacerdote druida era amigo de su padre; él lo ayudaría, estaba seguro. No se equivocó.
_ Primero debes ir al río Tyne y atrapar un pez. Quítale el hígado y el corazón. Cuando entres a la habitación, colócalos sobre el brasero de los perfumes. El olor se extenderá, y cuando Asmodeo lo huela, huirá y nunca más atosigará a tu amada. ¿Por qué tu la amas, verdad? Mira que si sólo te impulsa el deseo carnal, las consecuencias serán terribles.
_ La amo _ se alarmó por las palabras del sabio druida, pero no daría marcha atrás, estaba decidido.
_ Muy bien, toma este trébol sagrado de cuatro hojas, te permitirá ver al demonio cuando avance sobre ti y se desintegre a causa del hechizo.
Killian se marchó satisfecho. "He triunfado".
El padre de Alanna ofreció un banquete para celebrar la séptima boda de su hija. Pocos parientes participaron de la misma. La tristeza y las especulaciones empañaron el enlace.
La madre de Alanna preparó una habitación para los novios. La joven comenzó a llorar amargamente.
"Hija, que la poderosa Dana, cambie tu pena en alegría", deseó enjugándole las lágrimas.
Cuando estuvieron solos, Killian siguió con fidelidad las instrucciones del druida.
_ Oremos Alanna; Morrigán, la Reina de los Fantasmas, nos cubrirá con su manto protector y junto al potente sortilegio del pez, acabará con el cruel Asmodeo.
Luego de encomendarse a Morrigan, se tendieron en el lecho. Asmodeo no tardó en llegar. Killian, con el trébol en la mano lo vio acercarse a ellos enardecido por los celos.
El aroma que invadía la habitación, atacó sus sentidos, pero antes de huir clamó desesperado:
"Esus, dios de la noche, temible guerrero, no permitas que este humano egoísta y soberbio se apodere de mi mujer. Ella es mi más preciada posesión. Yo, Amodeo, la reclamo por toda la eternidad. Escucha mi ruego, te lo imploro".
Esus, hurgó en el corazón de Killian y no encontró amor, sólo deseo y ambición.
Esa noche los amantes se amaron con pasión. Al chocar sus cuerpos, como dos pedernales, produjeron llamas de lujuria que los consumieron.
Grande fue el alivio a la mañana siguiente cuando se comprobó que Killian continuaba con vida. Y grande fue la felicidad de los padres de Alanna al ver a su hija radiante.
_ Tus ojos han cambiado de color _ se sorprendió Alanna al mirar con detenimiento a su marido
_ El inmenso amor que te prodigo es el que ha obrado el milagro _ bromeó.
Se besaron y la inquietante incógnita quedó en el olvido.
Con disimulo, se deshizo del trébol sagrado. Nadie debía comprobar que él, Asmodeo, se había encarnado en Killian.
"El muy iluso creyó poder vencerme. Gracias padre Esus por escuchar mi ruego".

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