viernes, 7 de julio de 2017

ESCUCHA MI RUEGO

Alanna rió con tristeza. Hacía mucho tiempo que la esperanza la había abandonado. ¿Cuántos años habían pasado desde que Asmodeo irrumpió en su vida apropiándose de su alma? Asmodeo, el demonio. Asmodeo, su tortura.
Una mañana  la vio tomando un baño a orillas del río Tyne. Su desnudez lo atrajo, lo enloqueció. A partir de ese momento, ningún hombre se atrevió poner sus manos sobre la sedosa piel de Alanna, ni besar sus labios  de rosa. A partir de ese momento, fue de su propiedad y sólo él la disfrutó.
Una parte de Alanna sufría por este ataque sexual, pero aunque avergonzada, no podía negar que también lo gozaba. Ese demonio la enardecía hasta el delirio.
Pensó en quitarse la vida; nada la ataba a este mundo...su padre la despreciaba, los sirvientes murmuraban y la trataban con desdén. Sólo en su madre hallaba comprensión, y por ella no bebió la mezcla de cicuta y arsénico que escondía en el fondo de su joyero. 
Todas las noches, antes de dormir, una misma oración brotaba de sus labios:
"Dana, Señora Protectora, elevo mi rostro y mis ojos hacia tí. Líbrame de Asmodeo, líbrame de este tormento que me consume como fuego fatuo. Compadécete de tu miserable sierva"
Y ahora Kilian, el apuesto amigo de su primo, prometiéndole la liberación. "¿Si fuera esto posible?", anheló; quizás la diosa había escuchado su persistente súplica.
Tres días atrás, Kilian se presentó ante el padre de la muchacha con una petición de matrimonio. El anciano, asombrado, le advirtió del peligro que su pedido encerraba.
"Seis veces Alanna fue tomada en matrimonio, y seis veces su esposo murió antes de consumarse la boda. Un espíritu maligno visita su alcoba y se hunde en su carne, mancillándola. El no permite que ningún hombre se acerque a ella, los asesina. Alanna es anatema".
Sin embargo, el joven insistió:
"Amo a su hija y estoy dispuesto a enfrentar a ese demonio. Un sacerdote druida me ha aconsejado sabiamente. Sé como proceder. Confíe en mí ".
Esa misma noche, Kilian obedeciendo las instrucciones del sacerdote,  se dirigió al río Tyne con la intención de atrapar un pez. Lo hizo sin dificultad, luego le quitó el hígado y el corazón y los guardó en su morral.
Ahora, sólo debía aguardar.
Los días se sucedieron con rapidez y finalmente el momento esperado por todos llegó.
Muy de madrugada, el padre de Alanna envió a sus sirvientes a cavar una fosa en un lugar escondido de su extenso jardín. Allí enterrarían a Kilian.
Alanna, aunque demacrada y tensa, albergaba en su corazón la ilusión de derrotar a Asmodeo. Kilian le infundía fuerza y esperanza.
La ceremonia fue breve y el festejo posterior, deprimente. Todos los invitados presentían el desenlace.
Alanna se despidió de sus padres y se dirigió a su habitación. Kilian la siguió. Allí, encerrados, se miraron en silencio y el tiempo se detuvo en sus miradas volviéndose eterno.
"Confía en mí", Alanna lo escuchó decir. Había tanta ternura en su súplica que acortando la distancia entre ambos, lo abrazó buscando un refugio seguro.
"Alanna, debo colocar esto sobre el brasero de los perfumes", le dijo mientras sacaba de su morral el hígado y el corazón del pez. "Su olor se extenderá y cuando Asmodeo lo huela huirá inmediatamente. ¿Tú me amas Alanna? ¿Deseas realmente librarte del acoso de Asmodeo?".
Alanna se alarmó ante la pregunta.
"Mi mayor anhelo es terminar con este martirio".
"Me alegro, porque para que este conjuro sea efectivo debes repudiar al demonio en tu carne, en tu mente y en tu corazón", afirmó con firmeza.
Una duda atravesó el alma de Alanna arrebatándole la poca paz que había conseguido.
"Recemos a Morrigan, la Reina de los Fantasmas, ella nos cubrirá con su manto protector y gracias al poderoso sortilegio del pez, pisará la cabeza del cruel Asmodeo", invitó Alanna a Kilian mientras se tendían en la cama uno junto al otro.
Asmodeo no tardó en llegar. El aroma que invadía la habitación atacó sus sentidos, pero antes de huir clamó desesperado:
"Esus, dios de la noche, temible guerrero, no permitas que este humano egoísta y soberbio se apodere de mi mujer.  Yo, Asmodeo, la reclamo por toda la eternidad. Escucha mi ruego, te lo imploro".
Esus hurgó en el corazón de los amantes y dio su veredicto.
Grande fue el alivio a la mañana siguiente cuando se comprobó que Killian continuaba con vida. Y grande fue la felicidad de los padres de Alanna al ver a su hija radiante.
"Tus ojos han cambiado de color", se sorprendió Alanna al mirar con detenimiento a su marido
"El inmenso amor que te prodigo es el que ha obrado el milagro", bromeó.
Se besaron y la inquietante incógnita quedó en el olvido.
Esus, el dios omnipresente, sonrió con ironía al presenciar la escena.
Alanna, sin saberlo, hizo su elección. Prefirió a Asmodeo, lo gritó su corazón y su sangre.
El alma de Kilian quedó rezagada en la oscuridad mientras el demonio se apropiaba de su cuerpo.
"Gracias Padre Esus por escuchar mi ruego", exclamó satisfecho Asmodeo.

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