jueves, 10 de septiembre de 2015

ANIMAS

"Hubo un tiempo,¿recuerdas?
 Su memoria vivirá en nuestro pecho eternamente
 Ambos sentimos un cariño ardiente
 El mismo que todavía me arrastra a ti".  ( Lord Byron )



Los miró a través del cristal húmedo de la ventana. Estaban jugando divertidos, combinando risas y fantasías, como era su deliciosa costumbre. ¡Sus adorados niños! Extrañaba sus caricias pegajosas, sus besos de chocolate y sus abrazos cómplices.
Decidida, traspuso la pared y se sentó cerca de ellos. Pasó sus delicados dedos por las enmarañadas cabelleras castañas. Aspiró embriagada de amor, el suave perfume de la inocencia. Rió con ellos. Sus risas cantarinas la perseguirían hasta la eternidad.
En un suspiro estuvo junto a su marido, su compañero. ¿Que hacía?, ¿escondía sus fotos?, ¿la olvidaba en el interior de un cajón sombrío?. ¿Dónde quedaron las promesas de amor?. Lejos...muy lejos.
Lágrimas heladas corrieron por su níveo rostro.
El dolor o quizá la desilusión, la impulsaron a viajar por la mente de su amado. Allí, halló su recuerdo, borroso, turbio. Una nueva presencia lo abarcaba todo, lo absorbía todo...¿quién?
No conforme, voló a su corazón. Y allí, entre latido y latido, se vio con claridad. No la había olvidado, él sólo intentaba seguir existiendo con la tristeza a cuestas.
Era hora de partir, de soltar las amarras que la ataban a una vida que ya no le pertenecía. Le dolía la despedida, pero era necesaria.
"Un último beso", pensó. Una brisa gélida, con sabor a almendras acarameladas rozó los labios del hombre. Esa extraña sensación no lo asustó, lo intrigó.
"Almendras acarameladas, su postre favorito", recordó emocionado.
"Adiós querido, sé feliz", fue su bendición para aquel que tanto amó.



"Cerrar podrá mis ojos la postrera
 Sombra que me llevare el blanco día,
 Y podrá desatar esta alma mía
 Hora, a su afán ansioso lisonjera.
 Su cuerpo dejará, no su cuidado.
 Serán ceniza, mas tendré sentido;
 Polvo serán, mas polvo enamorado".     ( Francisco Quevedo )

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