lunes, 14 de diciembre de 2015

CONSUELO, LA REBELDE

Buenos Aires, 1920
La joven entró sigilosa a una habitación que por años permaneció cerrada, el dormitorio de su madre. Mucho le costó convencer a la vieja cocinera que le diera la llave. Su abuelo le tenía terminantemente prohibido husmear por allí. Sin embargo ella quería saber algo más de su madre; no se contentaba con la foto que adornaba el inmenso piano de cola de la sala. Eso no era suficiente, ni tampoco la anodina historia que desde niña venían contándole; había algo más que nadie se atrevía a contar y ella estaba decidida a averiguar.
Al abrir la puerta, una aroma parecido al ámbar le dio la bienvenida. Era la fragancia predilecta de Consuelo, su madre; su abuela se lo había confiado un día en que estaban solas. Delante del abuelo estaba prohibido nombrarla. Otro enigma que debía resolver.
Corrió las cortinas de lino y el sol, atrevido, iluminó cada rincón.
Se detuvo frente a un mueble que parecía un tocador. Era bellísimo. De a uno fue abriendo los cajones, seis en total. Los dos primeros estaban llenos de hilos de bordar; verdes, amarillos, azules, rojos, saltaron agradecidos de su encierro. En otro, halló telas bordadas con una maestría y delicadeza que la estremeció.
Lo que descubrió en último cajón la impactó, ¡un libro prohibido!. Lo hojeó curiosa, leyó rápidamente el argumento. "El pozo de la soledad", de Radclyffe Hall... así que dos mujeres pueden besarse en la boca. No se escandalizó, se asombró que fuera la lectura de su madre y le agradó que fuera una mujer que rompiera las reglas, sobre todo las ridículas reglas de su abuelo. ¡Como las detestaba!" Las señoritas como tú, que pertenecen a la aristocracia, deben evitar los groseros resultados de la mezcolanza e indisciplina cosmopolita. Los hombres tenemos nuestro club y las mujeres su casa, donde en amables reuniones, pasan las horas de solaz, especialmente las del té, al abrigo del mal gusto de la multitud callejera que no sabe de refinamientos ni cultura y bla, bla, bla" . Odiaba a su abuelo cuando le daba esos aburridos sermones, "Y a mi madre parece que también", sonrió satisfecha.
Al cerrar el libro, un sobre amarillento cayó al piso. Con una caligrafía delicada decía Para Lourdes. "Para mí?",se extrañó. Lo abrió de prisa, ¡una carta de su madre para ella!, ¡que emoción!.
"Querida hijita:
                          Desde el primer instante que te sentí dentro mío supe con certeza que eras una niña. Te imagino con un cabello muy rubio, ensortijado y rebelde, como el mío. ¡Cómo te va a costar peinarlo!, pobrecita mía. Y tus ojos...de un azul intenso, abismal, como los de tu padre.
Siento tu corazoncito latir dentro de mis entrañas y me estremezco de amor. En este momento nada importa, ni el rechazo de tu padre ni la furia de tu abuelo ni el escándalo que explotó por mi desvergüenza. Imagínate, enamorarme de un hombre casado y ser su amante. De nada me arrepiento, si lo que hice fue pecado, te aseguro, fui muy feliz cometiéndolo.
Y más feliz aún, cuando supe de mi embarazo. Tu padre no pudo romper con su mujer, que según él estaba muy enferma y no podía abandonarla; y tu abuelo, al enterarse de todo, me echó de casa sin clemencia. ¡ El y sus normas de moral! ¡Maldita sociedad hipócrita y pacata!.
Sufro por mamá, sé que me quiere, pero mi padre la atemoriza. No pudo defenderme, pero a pesar de todo me trajo a un lugar seguro para tenerte. Así que acá estoy, en el Convento de las Catalinas.
Mi tía Carmen, la priora, apenas repara en mí. Es una mujer agria y soberbia que de sierva de Dios no tiene absolutamente nada. Nunca pregunta por mi. Nunca me sonríe, hasta en eso es mezquina. Mamá la detesta y con razón, ¡vieja resentida!
Sin embargo, Dios es bondadoso y me envió un ángel para que cuidara de nosotras, Tina, una monjita con la que comparto la celda. Conversamos, reímos; está prohibido, por supuesto, pero a nosotras no nos interesa.
Pocas veces salgo de mi celda. Allí me siento segura. Si lo hago es para tomar mis comidas en el refectorio. Esos momentos son por demás lúgubres. Comemos en silencio que sólo se rompe por las lecturas de la Biblia que una monja  realiza desde el púlpito.
Disfruto pasear por el patio en las tardes soleadas y cálidas, y sentarme cerca de la  fuente que engalana el jardín colmado de flores.
Las monjas pasan delante de mí sin mirarme, la pecadora no existe para ellas. Todas rezando, meditando. Ellas tienen a su Dios y yo te tengo a ti, la razón de mi vida. 
Cuando estoy triste, pongo las manos sobre el vientre y al sentir tus pataditas, todos los nubarrones desaparecen. Cuanto me gustaría compartir estos momentos con tu padre. Ojalá el destino permita que algún día lo conozcas. Por favor, no lo juzgues. Es un hombre débil , estoy segura que me ama. Yo ya lo perdoné.
Hoy recibí una nota de mi madre. Me cuenta que mi padre no está bien de salud. ¡Que disgusto le he dado!. Es un gran hombre, serio, responsable, honrado, pero incapaz de perdonar. El y sus escrúpulos...Me duele su actitud severa y fría. Al principio lo odié y deseé su muerte, ahora me arrepiento de esos oscuros sentimientos.
La otra tarde, sacando cuentas con mi querida Tina, concluimos que llegarías al mundo a mediados de febrero. El once de ese mes se celebra a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes. Estoy enterada porque descubrí la fecha en el breviario de Tina. Lourdes, me gusta ese nombre. Espero que estes de acuerdo con mi elección.
¡Ay, Lourdes, no veo la hora de conocer tu carita, de apretarte contra mi pecho.
Que va a ser de nosotras, no sé. A donde iremos, tampoco. Lo único cierto es que nunca nos van a separar, no lo permitiré. Tina me ayudará;  mamá, también.
¡Qué calor hace! Hoy desperté con una molestia en la cintura y en el bajo vientre. Parece que ya empecé con el trabajo de parto.
Hasta aquí mi crónica de lo que viví en esta prisión, dulce por tu presencia. Quiero que siempre recuerdes que mi vida es tuya y que mi esperanza eres tú.
Defiende tus convicciones, no le concedas a otro decidir por ti; déjate guiar por tus sentimientos y en todo tiempo escucha a tu corazón, él nunca se equivoca.
Siempre estaré contigo protegiéndote y amándote. Con amor, Mamá".
Dos lágrimas cayeron sobre el papel destiñendo la tinta, lágrimas de orgullo por una mujer aguerrida que se enfrentó con valentía a los tabúes de se época, una mujer que no sobrevivió al parto, pero que permaneció en el alma de su hija.
"Te prometo que voy a luchar por lo que quiero sin importar con quien deba enfrentarme. Lo haré por ti".


                                                                                       
                                                                           

2 comentarios:

  1. Hermosa historia, interesante renglón, a renglón, ¿la verdad?,me llegó al alma.

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  2. Hermosa historia, interesante renglón, a renglón, ¿la verdad?,me llegó al alma.

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