martes, 1 de diciembre de 2015

LA PUERTA DEL AVERNO

Mi alma lóbrega se alimenta de
lágrimas de sangre.
Las sombras me cobijan,
las tinieblas me guarecen.
Sola, con mi anhelo más profundo
en este valle de inclemencias.
Ruego a las Animas del Averno
que me provean de su linfa maldita
para triunfar sobre la muerte.
Presa soy de esta ilusión,
ansiosa aguardo el día de mi Resurección.

Saaburg, Alemania. Año 1386.
La niña, con temeraria curiosidad, escucha tras la puerta de la alcoba de sus padre. Sabe que no debe oír las conversaciones de los mayores, pero tal norma le parece arbitraria y despótica. A pesar de sus doce años, ya posee una personalidad fuerte y rebelde.
Aguza el oído, su padre, el Conde, habla exaltado. Su madre está en silencio. "Ella, siempre contrita.¡Que pusilánime es!", piensa con desprecio.
Odia las normas de sumisión y respeto que las mujeres le deben a los hombres. Ella nunca se casará. Será dueña de su propio destino, jamás inclinará la cabeza ante los deseos de los hombres.
La palabra "vampiro" detiene sus elucubraciones para prestar mayor atención a su padre:
"Por fin le hemos dado caza. Su infernal ataque ha concluido. Mis leales soldados han dado con su guarida, y con extrema valentía le atravesaron el corazón con una estaca de madera como impone la tradición".
_ ¡Adela!, ¿qué haces?, ¿espiando? _ su abuela se escandaliza. La toma del brazo y se la lleva a sus aposentos.
_ Oma (abuela), no me empujes _ se queja ofendida.
_ No protestes, siéntate a mi lado y cuéntame que escuchabas con tanto interés.
_ No te lo diré_ se encapricha.
_ Si me lo cuentas, yo compartiré contigo un secreto que me pertenece y que he heredado de generaciones anteriores_ la mira sonriendo. Sabe que los secretos son la debilidad de su nieta.
Ante semejante promesa Adela no se hace rogar.
_ ¿Te has enterado del vampiro que asolaba la comarca?
_ Si, ¿acaso lo han podido matar?
La niña mueve afirmativamente la cabeza. La anciana suspira aliviada y un brillo enigmático refulge en su mirada.
_ Ahora tu secreto, Oma.
_ Lo que te voy a confiar , nadie lo sabe. Mi madre me lo confesó antes de morir. Toda mi vida traté de descifrarlo, pero no tuve éxito. Lo mismo le sucedió a mi madre y antes, a mi abuela. Pero hoy, gracias a tu noticia, comienzo a comprender...
_ ¡Oma!, no hables en acertijos, dime ya el secreto _ le exige contrariada.
_ Adela, debes aprender a ser paciente. La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces. Y justamente ese árbol esconde la solución al enigma.
_ No te entiendo.
_ A su debido tiempo lo harás. Lo único que puedo adelantarte es que el convento que se levanta entre las colinas a orillas del lago Leuckbach, guarda bajo siete llaves un códice que es dueño de una fórmula que te hará inmensamente feliz. A ti pequeña que ansías una vida independiente del poder masculino, te será concedida una enorme gracia.
_ ¡Pero allí sólo pueden entrar las mujeres que desean ser monjas!, ¡y yo no quiero!.
Una sonrisa sagaz ilumina el rostro de la anciana. "Tu curiosidad te hará desistir", piensa segura de la reacción de su nieta.
_ Recuerda este nombre, "Codex Calixtinus"...recuerda Adela...recuerda...
Una sacudida impertinente la volvió al presente.
_ ¿Recuerdas Adela? _ un vozarrón la despierta de su siesta.
_ ¿Oma? _la busca aún somnolienta.
_ ¡Que tonterías dices! Oma murió hace seis años _ le señaló intrigado su hermano mayor.
_ ¿Qué quieres?, ¿por qué me importunas? _ le recriminó de mal humor.
_ ¿Recuerdas la cita que tienes con nuestro padre en la biblioteca o ya la has olvidado? Dice que no lo hagas esperar como acostumbras. Te recomiendo que te apures, está que se lo lleva el demonio.
_ Por mí que se lo lleve de una buena vez, me haría un gran favor.
Sin embargo, baja corriendo las escaleras de piedra gris y entra jadeando en la biblioteca.
_ ¿Me mandaste llamar?_ preguntó simulando sumisión.
_ Así es. Dentro de un mes te casarás con el hijo del Conde de Luxemburgo. Eso es todo, puedes
retirarte _ ordenó tajante.
_ ¿Casarme? ¡Nunca! _ lo enfrentó con energía.
_ Entonces irás al convento. No se discute más.
En ese momento recordó las palabras de su abuela. El Codex Calixtinus..."¿Habrá sido una premonición soñar con ella después de tanto tiempo?".
_ Iré al convento.
El Conde la miró ceñudo, dio media vuelta y abandonó el recinto dejándola sola.

Monasterio de Saaburg
El día que arribó al convento se sintió inmediatamente atraída por un frondoso árbol de hojas verde oscuro y flores blancas. Reinaba gallardo en el jardín que con esmero cuidaban las monjas. Se detuvo delante de él y observó sorprendida la gran cantidad de espinas que poseían sus ramas. De repente le acometió un mareo. Unas extrañas palabras resonaron en su mente y en su corazón: "Soy tuyo y tú eres mía".
_ ¿Se encuentra bien? _ una monja, asustada por verla trastabillar, acudió en su auxilio.
_ Es la emoción por entregar mi vida al Señor_ mintió alterada y subyugada a la vez por la visión. _ ¡Que belleza! _ agregó refiriéndose al misterioso árbol.
_ No se guíe por las apariencias. Este árbol es demoníaco.
_ ¿Qué significa? _ preguntó perpleja.
_ Hace años un vampiro asesinaba niños en este condado, era tal su voracidad que los dejaba secos como las pasas de uva. Un grupo de soldados, soldados de su padre, lo mataron mientras dormía con una estaca de madera. Cuando suponíamos que nos habíamos librado del peligro, de su tumba nació un árbol, brote de la estaca que le dio muerte. Entonces, los aldeanos lo transplantaron en este santo lugar, donde nuestras oraciones son sus férreas guardianas.
La joven estiró el brazo y posó su mano sobre el tronco rugoso. Se sorprendió.
_ ¿Ha notado lo caliente que es al tacto? Incluso si hace mucho frío o cae nieve. Es como si se tratase de un cuerpo humano, de carne cálida, de vísceras palpitantes.
Adela quedó pasmada por el relato. En su mente, el rompecabezas que había iniciado su abuela comenzaba a tener sentido. Ello lo completaría.
La declaración de amor que el árbol le obsequió la acompañó hasta el interior del convento y jamás la abandonó. "Soy tuyo y tú eres mía". Ella lejos de temer, lo gozó.
Los años pasaron vertiginosamente. Perspicaz, de ingenio agudo y penetrante, fueron las cualidades que la distinguieron y ayudaron en su escalada para obtener el título de abadesa, y con el título, el poder.
Todas las mañanas paseaba por el jardín, sin importa el frío, el calor, la lluvia o la nieve; ella siempre acudía al encuentro del árbol.
El árbol la llamaba y ella respondía presurosa. Permanecía parada frente a él como en éxtasis. El árbol le proclamaba su pasión y ella la aceptaba emocionada.
Recordando el consejo de su abuela de ser paciente, esperó el momento adecuado para registrar las catacumbas en busca del documento que celosamente guardaban y que ella codiciaba.
Una tórrida noche de verano marcó el momento oportuno. Aprovechó el descanso nocturno de las monjas para adentrarse en las oscuras y húmedas criptas. La llama titilante de una vela le iluminó pobremente el trayecto.
En el exterior, azotaba una feroz tormenta. Los relámpagos empalidecían el firmamento y el sonido de los truenos poseían la capacidad de despertar a los muertos.
Adela se mantenía serena. Se movía con paso seguro por los sinuosos corredores, de vez en cuando se detenía para sacudirse las telas de araña, que insolentes se pegaban en el velo. Las ratas, siempre alertas al peligro, se apartaban respetuosas de su camino.
Al toparse con el sector que preservaba los pergaminos más selectos, rió satisfecha.
Sin sobresaltarse por los truenos que aullaban desquiciados, comenzó una metódica búsqueda.
El polvo que se levantaba al remover los papeles, la hacía toser.
Se detuvo de repente. Otra vez aquella voz penetrante, musical, dulce como el almíbar, volvía a llamarla.
"Adela te necesito, la sed me agobia. Encuentra el códice. Será mi salvación y la fuente de tu más profundo deseo".
Sintió un delicioso cosquilleo en todo el cuerpo. Esa voz la excitaba, la embriagaba.
Sorprendida vio como una fuerza guiaba su mano hasta uno de los estantes superiores. Hurgó con cuidado y allí, dentro de un un cofre de plata repujada, halló lo que buscaba: el Códice Calixtinus.
Con suma precaución llevó el magnífico cofre hasta su celda. Allí, más tranquila, comenzó a leer en latín sin dificultad. El texto estaba escrito en caracteres de gran tamaño, sobre un fondo coloreado.
Encendió otra vela para ver con mayor claridad.
"Al árbol sediento, propiedad del Leviatán, darás de beber.
Sangre fresca de virgen, por tronco y ramas debe correr cual líquido vital.
Entonces en su blancura, una gota de esa exquisita sangre hallarás.
Con ella una infusión prepararás,
un excelso brebaje que la juventud eterna te dará 
si lo tomas con asiduidad".
"¡Ay Oma!, esta es la clave de tu secreto. He resuelto el acertijo. Gracias por este inesperado regalo. Joven,  bella, fuerte por siempre. Nadie osará someterme".
Esa noche no durmió, estaba feliz y agitada por el descubrimiento. Ingeniosa, urdió un plan taimado para cristalizar el sortilegio.
A la mañana siguiente, después de laudes, ordenó a la obidenciaria, la monja encargada de los asuntos diarios, que trajera ante su presencia a las dos novicias nuevas.
Las estudió concienzudamente. Ambas eran bonitas y muy jóvenes. Una pertenecía a la aristocracia, la otra era una campesina huérfana.
Despidió a la hija del Marqués de Bamberg y comenzó a interrogar a la hija de labriegos.
"Sola, ningún familiar, una recogida, aceptada gracias a nuestra bondad. Nadie preguntara por ella cuando desaparezca. Excelente", festejó.
_ Te he elegido para una misión importante.
_ ¿A mí? _ la joven se mostró incrédula.
_ Si, a ti. Me ha sorprendido tu humildad y sencillez, y precisamente esas son las virtudes que debe reunir la persona que necesito.
_ ¿Para qué me necesita Abadesa? _ preguntó halagada.
_ Hoy, a la medianoche, debes ir al jardín y arrodillarte frente al árbol de flores blancas...
_ ¿El árbo maldito? _ se asustó.
_ Precisamente. Lleva tu libro de oraciones y reza hasta el amanecer, de esa manera someteremos sus influjos malignos. Si lo haces, te prometo que recibirás el velo de manos del Obispo Odon de Cluny el año entrante.
_ ¿Yo?, una pobre campesina no soy digna de tan gran honor.
_ Lo serás.
_ Pero Abadesa, no he ofrecido dote al convento...
_ Lo sé y lo pasaré por alto si realizas esta sublime misión. Los ángeles te han elegido.
La inocente novicia no salía de su asombro. Luego de haber vivido tantas desgracias, ahora una bendición.
Esa noche, con la luna llena de testigo, se postró , cándida y virginal delante del árbol, y rezó con devoción.
Mientras tanto Adela, para aplacar la incertidumbre, leía a Tertuliano, un Padre de la Iglesia:
"¿No sabes acaso que eres Eva?...Eres la puerta de entrada del demonio...Con que facilidad destruiste al hombre, imagen de Dios. Por la muerte que nos infligiste hasta el Hijo de Dios tuvo que morir".
_ ¡Imbécil! _ gritó furiosa arrojando el libro contra la pared _ ¡Hombres hipócritas, siempre denigrando a la mujer!, ¡malditos sean todos, junto al mismísimo Dios y a su santo Hijo, también! _ blasfemó.
Ansiosa se asomó a la ventana de su despacho que daba al jardín.
Deslumbrada, contempló la escena.
La novicia rezaba impávida, como narcotizada. Cuando dos de las ramas se movieron con lentitud y le rodearon el cuello, ella permaneció imperturbable. Las espinas se clavaron con avidez en la nívea piel y poco a poco, extrajeron toda la sangre que el desamparado cuerpo ofrecía generoso.
El cadáver quedó laxo en el césped. Segundos después se evaporizó.
_ Un problema menos _ pensó con el alma aligerada por verse libre de ocultar los despojos de la novicia.
Corrió al jardín. Buscó ansiosa la flor roja. Allí estaba, resplandeciente en el centro de un ramillete de flores blancas. La arrancó con reverencia.
Se refugió en la cocina. Las monjas seguían durmiendo. Pronto se despertarían para rezar Maitines.
Calentó agua. Con esmero preparó la infusión con los pétalos rojos. Lo bebió, delicioso, de sabor hechicero. Aspiró su perfume, excelso. Lo disfrutó.
Al instante, se sintió distinta, plena, poderosa.
Una sonrisa comenzó a nacer en sus labios hasta convertirse en una carcajada surgida de sde sus entrañas.
Buscó el espejo que llevaba escondido en el bolsillo del hábito. "Otra estúpida prohibición", bufó indignada.
Satisfecha, besó su imagen. "Aún más bella de lo que siempre fui, y así seré eternamente siempre y cuando una vez al año alimente con sangre fresca Árbol de la Vida. Y eso para mí, será un placer".




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